La poetisa y presentadora de televisión Yolanda Castaño sufrió durante meses el acoso de un hombre que, casi todos los días, le enviaba mensajes a su teléfono móvil. La escritora y su acosador se vieron ayer las caras en los juzgados por tercera vez, ya que el denunciado ya había sido procesado y condenado a no acercarse a ella en dos ocasiones anteriores.

Yolanda Castaño aseguró ante el juez que el acosador violó la orden de alejamiento, que también prohibe la comunicación telefónica, al mandarle mensajes "de contenido esotérico y relacionados con la muerte". Declaró que el acusado trataba de contactar con ella reiteradamente y que recibió el último mensaje el pasado miércoles, el día antes del juicio.

La popular presentadora explicó que los mensajes de su insistente admirador repercuten en su vida cotidiana y en su actividad laboral, al provocarle ansiedad y miedo. "Estoy en un sin vivir. Los mensajes me distraen y me estresan. Es el miedo a lo desconocido, porque no sé cómo se va a comportar", expuso Castaño ante el juez y en presencia del acusado, un hombre de unos cuarenta años que afirmó que trabaja como conductor.

La escritora quiso dejar claro lo extraños que son los textos de los mensajes que recibió en los últimos meses. Contó que, en algunos de ellos, el acusado se autodenominaba "el ángel de la muerte" y utilizaba palabras que aluden a crímenes y asesinatos.

Los nervios de la poetisa contrastaron con la tranquilidad del procesado, que declaró que había enviado los mensajes "para divertirse" y que incluso se atrevió a banalizar el sentimiento de temor de la denunciante. "Si le molesta lo que pone en los mensajes, que no los lea", dijo ante las caras de sorpresa del juez y de los que presenciaron el juicio, entre los que se encontraban los padres de la escritora.

La fiscal le preguntó si había recibido tratamiento psiquiátrico en alguna etapa de su vida, algo a lo que éste respondió negativamente y después de asegurar que no padecía ningún tipo de desequilibrio mental. "No lo necesito", dijo.

El acosador, aunque reconoció ser el titular del número de teléfono del que proceden los mensajes recibidos por Castaño, negó que los enviara casi todos los días y explicó que hubo meses enteros en los que no intentó contactar con ella. "Recuerdo que en mayo, por ejemplo, no le envié nada. Después, cuando me enteré en junio de que me había denunciado, me di cuenta de que no tenía nada que perder y volví a mandarle mensajes. ¿Qué más da?", declaró el acusado, que no se siente arrepentido por los hechos que tanto preocupan a la denunciante.

La fiscal preguntó a Yolanda Castaño si conocía al acusado antes de las denuncias por los mensajes y de los consiguientes juicios, tras lo que la escritora afirmó que jamás lo había visto y nunca había hablado con él.

La poetisa reconoció durante el juicio celebrado ayer que, por su actividad pública, es "relativamente fácil" que alguien consiga su número de teléfono, aunque, hasta que comenzó a recibir los mensajes del acusado, nunca había vivido una situación parecida a la que padeció durante los últimos meses casi a diario.

La Fiscalía solicita que el juez obligue al acosador reincidente a pagar 1.700 euros, 1.500 para indemnizar a la poetisa por daños morales y 200 por haber violado la orden de alejamiento impuesta tras los anteriores juicios. También reclama que se le prohiba acercarse a menos de 500 metros de la denunciante, de su domicilio o de su lugar de trabajo. La pena que reclama la Fiscalía incluye la prohibición de que el acosador intente comunicarse con la poetisa durante un período de seis meses.

La demanda aceptó la petición de la Fiscalía, pero el acusado no ocultó su enfado y, tras reiterar que la presentadora mentía y preguntarle al juez por el significado de la palabra coacción –falta en la que la fiscal basa las penas que reclama para el acosador–, abandonó la sala sin firmar el acta del juicio. "Si usted no quiere firmarlo, no lo firme", dijo enfadado el juez después de que el hombre que se sentaba en el banquillo de los acusados de la sala de vistas le preguntara por el contenido exacto del documento en el que le habían ordenado estampar su rúbrica.