Diez de la mañana. Un agente inmobiliario de Pontevedra acaba de comenzar una jornada laboral que probablemente no llegue a olvidar nunca. Animado por el ruego de un hombre que había denunciado la desaparición de dos amigas, este empleado decide acudir a la casa de su clienta, con la que firmó hace poco más de un mes el contrato de arrendamiento, para comprobar que todo está en orden. Nada más lejos de la realidad. El trabajador, tras insistir por teléfono y en el portal de la calle Amado Carballo número 8, opta por entrar en el domicilio. Será él quien descubra el escenario del macabro crimen conocido ayer, cuyo resultado es el de dos mujeres de origen chino muertas por asfixia.

Antes de abrir la puerta nada hace presagiar lo que hay en el interior. La puerta no presenta señales que evidencien violencia. Al acceder al domicilio, donde tampoco hay restos de sangre, rápidamente descubre el suceso. Pero sólo en parte. La mujer con la que semanas atrás había acordado el alquiler yacía muerta y maniatada en el suelo, junto a un lateral de la cama de uno de los dormitorios. El ‘shock’ es tal que abandona de inmediato el inmueble y advierte por teléfono a la Policía. Fueron las fuerzas de seguridad las que, quince minutos más tarde, descubrieron los restos sin vida de la otra mujer, semioculta entre ropa de cama. Los cadáveres seguían anoche en la vivienda a la espera de que el juez decretase su levantamiento después de que un grupo especial de la Policía realizase sus pertinentes comprobaciones.

Mutismo absoluto

La investigación se desarrolla con “total discreción” y está “en manos de los profesionales”, como apunta el delegado del Gobierno, Antón Louro. Se inició principalmente con los escasos datos que pudo aportar quién realizó el hallazgo. Poco se sabe de las víctimas. La titular del contrato, de unos 30 años según indican fuentes próximas a las pesquisas, ya había realizado otros contratos de alquiler con anterioridad y residía en Pontevedra al menos desde hace un año y en situación reglamentaria.

Correcta en el trato, como recuerdan sus vecinos, conviviría con la otra fallecida. Ambas, con una conducta “irreprochable”, según manifestaron inquilinos del edificio. La mujer que había alquilado el piso siempre pagó al día, según trascendió ayer, al igual que en otros pisos en los que residió en Pontevedra. En principio no tuvo problemas con ninguno de sus vecinos.