Los cuerpos de seguridad que luchan contra el narcotráfico han notado que en cuestión de cuatro o cinco años ha crecido mucho la utilización de las planeadoras semirrígidas, en detrimento de las clásicas de poliéster o fibra.

No las han desterrado del todo -de hecho la superplaneadora que apareció abandonada en febrero en Nigrán y que parece ser que perteneció a Patoco era de las rígidas, y la que se encontró en agosto de 2008 en Meis tras una operación contra Rafael Bugallo, O Mulo, también- pero las deshinchables se han popularizado mucho, y varias de las incautadas por la Policía en esta operación Tabaiba pertenecen a este grupo.

Se trata de unas embarcaciones capaces de desarrollar velocidades de vértigo y que son muy difíciles de detectar por los radares debido a que sobresalen muy poco de la superficie del mar. Además, los narcotraficantes pueden conseguirlas en apenas una semana, cuando la fabricación y montaje de una rígida podía llevar dos meses.

Una planeadora semirrígida de tipo medio puede costar hasta 500.000 euros, contando el valor de los motores -que puede oscilar entre los 12.000 y los 15.000 euros cada uno por término medio- y de los complejos sistemas de navegación con que vienen equipadas.

Fuentes de la lucha contra el narcotráfico señalan que una de estas lanchas rápidas puede alcanzar velocidades que rondan los 65 nudos cuando van ligeras de peso -más de 110 kilómetros por hora- y que suelen ser armadas con entre cuatro y seis motores fueraborda de entre 250 y 300 caballos de potencia cada uno. Además, en la mayoría de los casos cuentan con sofisticados equipos de navegación, como GPS, radar o visores nocturnos. Y aunque puedan parecer pequeñas en cubierta pueden transportar hasta cuatro toneladas de cocaína o hachís.

Las semirrígidas son unas embarcaciones con una rapidez de movimientos y una autonomía difíciles de concebir. Así por ejemplo, un grupo de narcotraficantes que cargasen un alijo de hachís en Marruecos podrían estar descargándolo ya en las costas gallegas apenas 30 horas después. Otra función de las planeadoras es la de recoger cargamentos de droga en alta mar y traerlos a tierra.

El entorno de las Azores, en pleno océano Atlántico, es uno de los preferidos por los narcotraficantes para realizar el trasvase de la mercancía, y se estima que una buena planeadora podría realizar esta travesía -de 1.400 millas, unos 2.100 kilómetros- y estar de vuelta en Galicia en solo 72 horas.

Lógicamente, unos vehículos tan potentes consumen unas cantidades ingentes de combustible. Se estima que en una travesía corta entre Marruecos y Cádiz -con el Estrecho de Gibraltar por el medio- pueden consumir casi 900 litros de gasolina. Lo normal es que los narcotransportistas realicen el viaje de ida hacia el barco nodriza con 4.000 ó 5.000 litros de gasolina repartidos entre el tanque y los bidones -esa es la cantidad que llevaba la planeadora quemada esta semana en O Grove- y una vez recogida la droga en alta mar, regresen más ligeros de combustible. Entran entonces en acción los barcos-gasolinera, que suelen ser pesqueros u otras planeadoras. Para los tripulantes de estas planeadoras una travesía de este tipo suele ser agotadora, por lo que en algunos casos aprovechan el repostaje para descansar un poco y comer, ya que el régimen dentro de una semirrígida suele reducirse a unos bocadillos y galletas.