Una inesperada y fatal coz de un caballo cambió radicalmente la vida de un joven vigués hace seis años. La tarde del 12 de marzo de 2003 quedará para siempre grabada en la mente de Tarsicio E.A., un voluntario de Protección Civil del ayuntamiento de Mos de 29 años que ese aciago día cooperaba en un dispositivo para retirar un equino que había irrumpido en plena autopista AP-9. La mala suerte provocó que recibiese una patada del animal en la cara que le causó graves lesiones que desembocaron en una incapacidad permanente total. El joven, que vio como en apenas segundos se truncaba su prometedora carrera como pastelero -en la actualidad vive de una pensión-, comenzó una batalla en los tribunales que ha llevado a una sentencia que condena al concello de Mos a indemnizarlo con 130.087 euros. El fallo ha sido recurrido ante el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia (TSXG) pero, pese a ello, la juez acaba de concederle al ayuntamiento un plazo de un mes para que presente una propuesta de pago fraccionado de esta cantidad.

La sentencia dictada por el Juzgado de Io Contencioso-Administrativo número 3 de Pontevedra culpa al concello por incumbirle “la responsabilidad de velar por el correcto funcionamiento del servicio dado por los miembros de Protección Civil de Mos”. Fue la única parte condenada: el dueño del caballo nunca fue localizado y no existe responsabilidad ni de Audasa ni de Demarcación de Carreteras porque el fatal incidente ocurrió ya fuera de la autopista, cuando el animal era conducido hacia el monte.

Todo comenzó a raíz del aviso de que un equino estaba suelto en la autopista, en el entorno de Mos. Eran las dos y media de la tarde de aquel 12 de marzo de 2003 y se puso en marcha un amplio dispositivo en el que colaboraron la Guardia Civil, Protección Civil de Mos y operarios de Audasa, entre otros. Mientras se procedía a cortar el tráfico para evitar accidentes, los efectivos tardaron un buen rato en coger al animal. Entre las personas que colaboraron estaba este joven vigués, al que sus compañeros llamaron precisamente porque “estaba familiarizado” con los caballos y tenía un trato frecuente con ellos.

Control

Atrapar al animal no fue nada fácil. Tampoco controlarlo: para reducirlo hubo que esperar a que el lacero acudiese al lugar con un rifle con el que, tras suministrarle el veterinario un tranquilizante, le tuvo que disparar en varias ocasiones. Tras dispensarle otro sedante por vía intravenosa, varios efectivos procedieron a conducirlo hacia el monte de As Pedriñas (Tameiga). El joven vigués iba detrás del animal, para ralentizar la circulación de los vehículos y así evitar que el caballo se asustara. Pero de repente, cuando caminaban por la carretera que pasa por delante del Rebullón, este voluntario de Protección Civil recibió una coz en el rostro con la pata trasera del animal.

Las consecuencias de la sorpresiva patada fueron muy graves. Los informes médicos revelan que le restaron como secuelas, entre otras, una neuralgia que le provoca dolores continuos, una sinusitis maxilar crónica, un trastorno depresivo y un importante perjuicio estético. Los tratamientos médicos fueron continuos. Suma casi una decena de intervenciones quirúrgicas y ha sido sometido a terapias para el control del dolor, incluso en centros sanitarios de fuera de Galicia. El INSS lo declaró en situación de incapacidad permanente total, por lo que pasó de percibir unos elevados ingresos económicos por su profesión de pastelero a cobrar una pensión de apenas 330 euros mensuales.

La sentencia ha sido recurrida por las partes ante el Tribunal Superior de Xustiza. La juez establece una indemnización de 130.000 euros, pero el abogado del joven demanda que esta cantidad ascienda hasta los 356.000 euros tanto por las graves secuelas que le quedarán el resto de su vida como por el daño moral que le ha provocado el funesto accidente.