“Estoy hecha polvo.Me entró un temblor que todavía no me aclaro”. Horas después del accidente que acabó con la vida del joven vigués, Pilar Rouco Pérez todavía no se había recuperado del susto.Pese a haber experimentado la crudeza de socorrer al menos siete accidentes graves en diez años, sus nervios siguen a flor de piel cada vez que ocurre algo así frente a su casa.“Es que tengo un trauma”, asegura. Sus fachadas han visto decenas de accidentes en este punto de la PO-325, junto al centro de la tercera edad,muchos de ellos graves.

“Han muerto cinco personas en diez años. Sólo pienso en el día que parará esto. ¿Cuándo piensan hacer algo? ¿Es que tienen que matarse miles para que las autoridades actúen?”, clama entre sollozos. El llanto de Pilar se intensifica al tiempo que recuerda las imágenes de la madrugada.“Estaba durmiendo, sentí el estruendo y bajé corriendo en pijama sin pensar en un accidente porque no había oído frenadas.

Al salir ya vi que había sido un golpe muy fuerte y pedí socorro. Estaba tan alterada que no era capaz de abrir la verja y con señas logré que parase un camionero que me ayudó a salir. Fuimos hacia el coche y vimos que no había nadie.Entonces el camionero ya vio el cuerpo del chico en la calzada, encogidito como si estuviera durmiendo.

Corrimos hacia la chica, estiradita en el asfalto, y yo le pregunté de dónde era. Me dijo que de Priegue. Le pregunté a dónde iban a esas horas y me contestó que a la discoteca Ramallosa 2000.Yo le hablaba para que se tranquilizase porque ella se quejaba mucho.En un momento se quedó inconsciente,pero en minutos recuperó el conocimiento.

Luego llegó la ambulancia y enseguida volví a casa”, narra esta vecina,harta de encontrarse con estos trágicos panoramas“ siempre a la misma hora”. Recuerda a los dos chicos que fallecieron quemados dentro de su coche al chocar contra el cuadro eléctrico de la casa de la tercera edad y otros siniestros como otro en que un vehículo se llevó por delante el muro y la valla de su patio.