Felisa Bienzobas Bonilla, la madre del niño de 2 años que murió de hambre en septiembre de 2006 en Ponteareas y de otra niña de 3 que fue ingresada con una desnutrición severa, descargó ayer la responsabilidad de lo sucedido sobre el padre del menor, José Antonio Cabadas Gonçalves, a quien acusó de amenazarla para que no solicitase ayuda a pesar de que no disponía de dinero ni otros recursos para conseguir alimento. Ambos se enfrentan a una petición de pena de 23 años de cárcel para cada uno de los acusados por dos delitos de homicidio, uno de ellos en grado de tentativa. El juicio se inició ayer en la Audiencia de Pontevedra y seguirá el viernes.

Felisa, de 25 años, fue la única de los dos acusados que respondió a las preguntas formuladas por el tribunal, ya que Antonio Cabadas, de 30, se acogió a su derecho a no declarar. Relató como su pareja le daba dinero para hacer la compra mientras trabajaba en una cantera pero que tras ser despedido la situación se complicó. "Decía que trabajaba de jornalero, pero el dinero yo no lo veía delante. Ya no me entregó nada, traía comida. Yo le decía qué era lo que hacía falta y él traía poco o nada", dijo.

El padre comenzó a ausentarse de la vivienda grandes temporadas por motivos de trabajo. A partir de ahí la situación de los dos niños empeoró. "Yo le decía que los niños estaban mal y él me decía que estaba loca". Cuando la fiscal le preguntó por qué no pidió ayuda o acudió a los servicios sociales para dar parte de la grave situación en la que se encontraban los pequeños, contestó que no lo hizo "porque tenía miedo, él me amenazó diciendo que le iba a hacer daño al pequeño".

La fiscal también le preguntó a la acusada por qué no abría la puerta a los familiares de José Antonio que acudían a su domicilio para interesarse por ellos. Felisa Bienzobas volvió a culpar al padre de los pequeños al asegurar que no lo hizo porque "él me ordenó que no abriera la puerta a nadie" ya que "me decía que todo el mundo nos quería quitar los niños" y que tenía "miedo" de que eso ocurriese. "Entonces veía las cosas muy distorsionadas, ya no sabía ni lo que estaba bien ni lo que estaba mal", aseguró.

En cuanto a si el acusado era consciente de la situación de los pequeños, la mujer aseguró que la última vez que él estuvo en casa "los niños ya estaban mal". Insistió en que los visitó una semana antes de que el pequeño falleciera y que les dejó "unos bocadillos y unos yogures y se marchó". Viéndose sin comida ni dinero, afirma que "salía a los contenedores y a las huertas a buscar lo que podía y les daba de comer de lo que encontraba, alguna fruta, unas patatas..." Añadió que, durante las últimas semanas ella sólo se alimentaba con agua. En cuanto la fiscal le preguntó por qué ella no perdió peso, se limitó a responder que "yo siempre fui gorda".

Felisa B.B. fue incapaz de dar detalles sobre el momento en el que se dio cuenta que el pequeño estaba a las puertas de la muerte, se limitó a decir "sentí que no respiraba" y rompió a llorar.

La defensa del padre de los dos niños mostró su disconformidad con la acusación pública y aseguró que el progenitor, lejos de "despreocuparse" por la situación de sus hijos se vio obligado a ausentarse por su trabajo durante largas temporadas y que, aunque había "ciertas dificultades económicas", cuando él estaba en casa, se encontraban bien alimentados. Añade que "no podía ser consciente de que en su ausencia Felisa los dejase de alimentar.

Por otra parte, los guardias civiles que entraron en la vivienda familiar se encontraron con una casa "inhabitable", llena de pañales usados, restos de latas y de la que no se había retirado la basura en un mes. Tampoco lograron averiguar el origen de los apuros económicos de la familia, ya que el padre siempre trabajó.