No soy un violador como dicen por ahí. Yo no la toqué". Juan Carlos Lago Encisa, de 41 años, admitió ayer ante el tribunal de la Sección Quinta de la Audiencia que le juzga en Vigo por el asesinato, robo con violencia y agresión sexual a María del Carmen Casal el 2 de septiembre de 2004 en la parroquia viguesa de Candeán, que mató a la mujer, pero negó la agresión sexual aunque la víctima -que falleció asfixiada- apareció semidesnuda, tapada con helechos, con la cabeza destrozada, varias puñaladas y hematomas en la zona genital, el cuello y la parte interior de la boca donde tenía la manga de su chaqueta.

El imputado, que se negó a responder al fiscal y al abogado de la familia de la víctima, explicó a preguntas de su abogado defensor que agredió a María del Carmen Casal en un monte cuando la mujer se dirigía al trabajo. "Yo no quería matarla, pero me insultó", alegó que le ordenó desnudarse "como castigo" para que volviera así a su casa.

"Ella se me acercó por el camino, le di los buenos días y seguí. Escuché que me llamaba borracho y decía que era una vergüenza para mi familia. Me encaré y le pregunté de qué conocía a mi familia. Ella se rió y estuvimos peleándonos. Me dio con la bolsa y se defendió bastante", explicó.

En contra de las tesis de la Fiscalía y de la acusación particular, rechazó haberla llevado atada con una cuerda al cuello y amenazándola con un arma blanca unos 40 metros monte adentro, donde apareció el cadáver, a una zona de matorrales poco visible.

"No la llevé a ningún sitio. Nos empujábamos y acabamos dentro del bosque. Yo no llevaba ninguna navaja. Odio las armas. Le di los pinchazos en el pecho y en la espalda con un pincho que le quité a ella. Después tiré su bolso por el aire y sus objetos salieron volando", añadió.

Negó haber desnudado a la víctima y ser él quien le rasgó las bragas y la camiseta. "La mandé que se desnudara para que se callase. De castigo. Le dije: así te vas para casa sola". Poco después "ella tenía fríoy le dije: ya te puedes vestir que yo marcho, por lo que se puso la bata". Juan Carlos Lago, siempre en respuesta a su abogado, aseguró que María del Carmen insistió en sus insultos, momento en que le ordenó "ahora te metes la manga en la boca. Ella se la metió, se la sacó y volvió a metérsela". También explicó que después le puso en la cabeza una bolsa de plástico "para que se callara.

Relató, entre contradicciones, que cuando él se iba ella seguía insultándole por lo que cogió con las dos manos una piedra (un mojón, según el fiscal) y lo lanzó al aire creyendo que no iba darle, pero le dio en la cabeza y en la cara. "Volví para que se callara, le dije que quería estar solo y tranquilo. Ella seguía. La agarré por el cuello y se calló. Chillaba tranquila, no con voz fuerte".

En cuanto al golpe que presentaba la víctima en la parte posterior de la cabeza, negó haberla golpeado contra el suelo mientras la estrangulaba. "Cuando le dio la piedra en la cara la levanté, y se cayó de lado con la cabeza girada y volvió a golpearse. No se me olvidará cuando la vi. Como si fuera un fantasma", explicó.

Allí mismo decidió comerse parte de un bocadillo que llevaba de chorizo y queso. Estuvo unos 20 minutos a su lado e hizo nudos en las asas del bolso "porque me gusta hacerlos". Cogió el teléfono móvil de la mujer "por si su batería servía para el mío" y negó llevarse otras pertenencias como el dinero de las carteras -pese a que él mismo las tiró y cuando fue detenido llevó a la Policía al lugar donde se recuperaron- o la cadena y la alianza que Carmen llevaba puestas y no aparecieron.

Antes de abandonar el lugar la dejó "tapada de cintura para arriba, o para abajo, de helechos". "No supe que la señora se había muerto hasta que al día siguiente lo leí en el periódico", concluyó.

Según la versión del acusado, que alegó trastornos con el alcohol, momentos antes del crimen había ingerido una cerveza y un café con un coñac. Admitió que bebía todos los días porque no encontraba trabajo desde que regresó de Suiza, donde pasó dos meses y medio en prisión por robar y quemar coches y otros dos años en un centro por sus problemas de alcoholemia. Admitió que vivía con sus padres y que ellos creían que trabajaba.