A dos metros bajo tierra Fritzl construyó la cárcel donde mantuvo secuestrada a su hija y a los hijos que tuvieron juntos por sus reiteradas violaciones. El zulo, de unos 70 metros cuadrados y apenas 1.70 metros de alto tiene suelo de tierra, un pequeños aseo con ducha, cocina, un televisor y espacio para dormir. Se accedía por una puerta de acero disimulada por estanterías en el sótano y que se abría mediante un código electrónico. También se descubrió una habitación acolchada, posiblemente para impedir que las voces se oyeran.