El pasado 3 de marzo, M. C. D., de 64 años de edad, salía de la prisión de A Lama en donde se encuentra cumpliendo condena por un delito de malos tratos, para disfrutar de un permiso penitenciario. Había amenazado de muerte a su mujer y el juez había dictado una orden de alejamiento hacia la víctima, según la Guardia Civil. M. C. D. salía de la cárcel equipado con un dispositivo de GPS que permitía conocer su localización en todo momento. Una pulsera que posibilita realizar un seguimiento vía satélite y dispara una alarma en cuanto se acerca a las denominadas zonas de exclusión en la que se encuentra la víctima.

Este instrumento detectó que M. C. D había incumplido su orden de alejamiento en varias ocasiones y que hizo caso omiso a los mensajes que se le enviaban a su unidad de localización para advertirle de que se hallaba en una zona restringida: estaba en los alrededores del domicilio de su mujer en Pontevedra. La pulsera permitió detener de forma inmediata a este individuo en su domicilio de Ponte Caldelas por quebrantar la orden de alejamiento y fue reintegrado a la prisión. Este recluso fue el único que incumplió su condena de los 21 que, desde agosto de 2007, salieron del centro penitenciario equipados con este dispositivo que se encuentra en fase experimental.

Cárcel pionera

Desde la Unidad de Violencia de Género de la Subdelegación del Gobierno explican que el centro penitenciario de A Lama ha sido pionero en la implantación del sistema de control de internos mediante este dispositivo y que se dirige principalmente a reclusos condenados por delitos de violencia de género o agresión sexual. En Galicia es la única prisión que utiliza este tipo de control de reclusos por GPS.

Esta es una de las medidas que se toman para este tipo de presos según la valoración que realiza la propia Junta de Tratamiento de la cárcel y que posteriormente autoriza el juzgado de Vigilancia Penitenciaria. La tutela familiar o la presentación ante las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado son algunas otras de las actuaciones de carácter preventivo. Si la Junta de Tratamiento considera que el recluso no debe abandonar la prisión sin este sistema de localización GPS incluso se espera a que esté disponible alguno de los dispositivos.

Zonas de exclusión

El protocolo de actuación es el siguiente: Una vez fijado el día de inicio del permiso, se introducen los datos del interno en el sistema y se establecen las zonas de exclusión. Asimismo, se coordina con la Policía, la Guardia Civil y la propia Unidad de Violencia de Género la salida del preso. Una vez activado el GPS, se le realiza el seguimiento desde la Unidad de Vigilancia Electrónica en Madrid que se comunicará con el interno mediante teléfono o a través de la propia unidad de localización si incumple alguna de las condiciones del permiso. De hecho, como ocurrió en el caso de M.C.D., si se acerca a las zonas de exclusión se activará una alarma y el recluso recibirá mensajes requiriéndole que abandone el territorio restringido. De persistir en su actitud se avisa a los Cuerpos de Seguridad. En este caso, Policía y Guardia Civil están coordinados. Cuando esta alarma saltó en Pontevedra, fue la Policía Nacional la que tomó medidas preventivas para proteger a la víctima y la Guardia Civil fue la que detuvo a este recluso en su domicilio de Ponte Caldelas.

Imposible desprenderse de ella

Este sistema de disuasión aplica una combinación de Radio Frecuencia, comunicación celular y dispositivos de monitoreo basados en GPS, que crean zonas de alerta alrededor de la víctima en potencia. Aunque la parte más conocida es la "pulsera", realmente son tres. El primero es precisamente el "brazalete" transmisor que emite una señal de radio frecuencia detectada por la Unidad de Localización. En el caso de que el interno intente desprenderse de ella saltará una alarma. El segundo es la unidad de localización. Del tamaño de un móvil, el recluso la ha de llevar siempre encima desde que sale de prisión y permite mostrar la hora, fecha, velocidad y ubicación geográfica del interno, y es el que avisa de que se penetra en una zona restringida. Saltará la alarma si se separa de la pulsera. El tercero es una antena amplificadora que se instala en el domicilio en el que reside el preso y que le dota de autonomía de movimientos dentro de su casa. Este dispositivo está listo para actuar en toda la provincia, ya que hay cobertura en todo su territorio. En aquellos lugares de escasa cobertura podría perderse la señal y saltar la alarma. Le ocurrió a un recluso en Vigo que se metió en una discoteca. De inmediato se le envió un mensaje de advertencia al que éste contestó rápidamente.