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Miriam Almanza Rodríguez: "Cuba seguirá resistiendo el embargo genocida"

"La figura del Che trasciende porque es ejemplo de la transformación que requiere este mundo víctima de la injusticia"

Miriam Almanza Rodríguez, excombatiente la Revolución cubana. / Ricardo Solís

Tiene 78 lúcidos años, una penetrante mirada y un discurso ardoroso cuando defiende las bondades de la Revolución cubana, que para ella aún es presente y confía que tenga largo futuro. Haber combatido al lado del Che Guevara le ha marcado su vida y en correspondencia a tan profunda huella Miriam Almanza Rodríguez (Santa Clara, Cuba, 1940) asume con gusto el papel de mensajera del pensamiento del legendario guerrillero sudamericano. "Su legado no puede extinguirse, ni sus ideas deben ser tergiversadas", justificó.

- ¿Qué siente una cubana al ver que en un país tan lejano sigue viva su memoria?

- Obviamente, satisfacción y orgullo. Pero le digo más: todo lo que la humanidad haga en homenaje al Che es poco porque estamos hablando de un hombre irrepetible que marcó el devenir histórico en materia de justicia social, respeto a los pueblos y dignidad de los hombres. Su figura ha trascendido las fronteras geográficas y temporales porque es un ejemplo revelador de la necesidad de transformación social que tiene este mundo víctima de la injusticia, la insolidaridad y la corrupción... preso de la inhumanidad.

- Precisamente por la brutal trascendencia del icono, ¿no cabe el riesgo de emborronar la verdadera identidad del Che y desvirtuar su obra, sus principios ideológicos?

- El Che fue un hombre tan consciente de las realidades del mundo, tan heroico en la lucha contra las injusticias que ha sido objeto sistemático de campañas de defenestración y difamación. Pero los pilares de su obra, sus valores y su espíritu son inquebrantables. Contra esos ataques infames a su legado lo que procede es abordar la figura del Che desde el conocimiento -ahí están sus libros-, el estudio analítico y el testimonio de la gente que lo conoció en vida.

- Gente como usted.

-Efectivamente, yo tuve la suerte de conocerle y sumarme de su mano al proceso de la Revolución.

- ¿En qué circunstancias conoció a Guevara?

- Yo vivía en Santa Clara en el seno de una familia humilde, víctima como otras tantas de la injusticia del régimen de Batista. El asalto al cuartel de Moncada -yo tenía 13 años- me generó una gran ilusión de cambio, me hizo buscar desesperadamente líderes capaces de cambiar las cosas en mi patria... podría decirse que sembró en mí la semilla de la Revolución, aún sin entender del todo qué significaba. La existencia de aquellos hombres heroicos -el Che, Fidel, Raúl (por los hermanos Castro)- fue lo que nos guió para salir de la opresión, lo que nos devolvió la dignidad como pueblo. Cinco años más tarde del asalto al cuartel de Moncada, ya con el Che en tierra cubana, una noche picaron a la puerta de casa: "El Che está llegando a Santa Clara, ¡vamos!". Mi hermana y yo esperábamos con ansia ese momento desde hacía tiempo, incluso dormíamos vestidas para pasar a la acción. Y el día había llegado. Fuimos al encuentro del Che y lo vimos venir andando por la carretera, con un brazo roto y un apósito en la frente herida. Venía con Aleida March estudiando el terreno para inutilizar el tren blindado que el Gobierno había mandado a Santa Clara para reforzar las defensas de la ciudad. Era de noche, nos acercamos a él, nos presentamos y le pedimos unirnos a la Revolución. Nunca olvidaré cómo, pese a la tensión del momento, nos atendió cortés y afectuosamente. Nos explicó que la batalla se presentaba dura y cruenta. Su sensibilidad, su talla humana era superlativa.

- ¿Y se convirtió usted en combatiente de la Revolución?

-Fui testigo del asalto al tren blindado, una batalla heroica, encarnizada. También de la toma de Santa Clara, un derroche de coraje... No obstante, mis cometidos no estuvieron en el fragor de las batallas. Recorrí la ciudad hablando con los bodegueros para que no se aprovechasen de la situación especulando con el género, convencí a un oficial de Batista al mando de una brigada antiaérea para que se pasara al bando de la Revolución, hice las veces de observadora de bajas con el encargo de informar a los puestos de mando... En aquel momento había muchas cosas que se podían hacer además de empuñar un arma.

- ¿A qué se dedicó usted una vez triunfante la Revolución?

- A la educación. Me hice maestra.

- ¿Se puede hacer Revolución desde el pupitre?

- ¡Cómo! No puede haber Revolución sin educación. Mi esfuerzo en esos años fue inculcar valores como el amor a la patria, la honestidad, la solidaridad, la disciplina, la justicia... como parte de un proceso educativo que también abarca la familia y las instituciones.

- Volviendo al Che, ¿cómo era en su faceta militar?

- Un estratega de primer orden, un genio de la logística... En Santa Clara fue él, sobre la marcha, quien dispuso todo lo necesario para hacer frente al esfuerzo bélico: aquí ataúdes, allá hospitales de campaña, vías de comunicación, almacenamiento de munición y víveres...

- Y en el trato cercano, ¿qué hay del Che más humano?

- Un líder nato, un hombre audaz a la par que sensible y cercano. Tenía un aura especial.

- ¿Pudiera ser que le tenga tan idolatrado que su visión sobre el Che se haya distorsionado?

- Le aseguro que no; Cuba necesitaba líderes, héroes, y él fue uno de ellos.

- ¿Quiénes son los héroes, los líderes del mundo contemporáneo?

-Imagino que cada pueblo tendrá los suyos. En mi caso son todos los que han mantenido viva la llama de la Revolución.

- En el caso de Estados Unidos, el actual líder es un señor llamado Donald Trump... ¿Qué opinión le merece?

- Como dijo Martí: "No puedo confiar ni un tantico así en un imperialista" (hace el característico gesto con los dedos índice y pulgar de coger una migaja). La presidencia de Donald Trump es algo aberrante, pero nada asombra ya al pueblo cubano, que lleva medio siglo soportando un embargo genocida por parte de Estados Unidos. Seguiremos resistiendo, ya nos hemos hecho unos especialistas.

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