Cada vez es más común ver cómo los que imponen las leyes en casa son los más pequeños. Son niños que no atienden a los límites ni a las reglas, que no entienden un 'no' como respuesta y que tienen ataques de ira cuando las cosas no salen como quieren. Responden con violencia a los contratiempos y en los casos más extremos, llegan a maltratar a los padres.

Este trastorno de conducta, conocido como el síndrome del Emperador, describe el comportamiento de niños tiranos que imponen su pensamiento y su voluntad utilizando la violencia psicológica y, en ocasiones, física.

Siempre han existido niños desobedientes, pero el aumento de este tipo de comportamiento (son egoístas, pegan, roban, mienten y no sienten ninguna culpa) ha experimentado un aumento en los últimos tiempos. En el libro 'Los hijos tiranos: el síndrome del emperador' de Vicente Garrido, doctor en Piscología y graduado en Criminología, el autor plantea a la sociedad si "estamos educando a hijos tiranos" y se centra en la prevención de este problema.

¿Cómo reconocer el síndrome del Emperador?

Muchas familias viven esta tiranía en sus casas por eso es fundamental reconocer las causas y características para poder prevenir e intervenir a tiempo. Pero, ¿cómo sabemos cuándo estamos ante el síndrome del Emperador o ante reacciones naturales típicas de la niñez y la adolescencia? A continuación, los principales rasgos.

- Violencia

Los niños que padecen el síndrome del Emperador suelen tener intensos y frecuentes ataques de ira: utilizan todo lo que tienen al alcance (gritos, insultos, amenazas...) para conseguir controlar e imponer sus exigencias a los padres, abuelos, tutores...

- Agresividad

El tono de los niños/adolescentes con síndrome del Emperador es siempre agresivo tanto verbal como físico. Mantienen una actitud desafiante y se saltan las normas y los límites establecidos.

- Egoísmo exacerbado

Se manifiesta en una incapacidad elevada para desarrollar emociones morales (amor, empatía, compasión, comprensión, etc.). Esto da lugar a la ausencia de culpa y arrepentimiento.

- Ausencia de límites

Su conducta se rige por el aquí y el ahora, sin importar las demandas de la situación.

- Nula tolerancia a la frustración

Son incapaces de afrontar las frustraciones y han aprendido a responder a la misma con agresividad (cuando no consiguen lo que quieren, experimentan frustración que les hace estallar).

- Incapacidad para aprender de los errores, castigos y consecuencias de sus actos.

- Predominio de una baja autoestima, su estado de ánimo habitual es triste, enfadado, ansioso, etc.

- El desafío es su forma de acción, tanto en la familia, con amistades, etc.... se acompañan de mentiras y crueldad.

Causas del síndrome del Emperador

Los niños pequeños no están preparados para ejercer su autonomía de forma plena y madura ya que su desarrollo es un proceso largo en el tiempo. Para este desarrollo necesitan límites y normas que les ayuden a tomar conciencia de la responsabilidad y de este modo aprendan a diferenciar entre las conductas adecuadas y las no adecuadas, comprendiendo las consecuencias de sus actos.

Un estilo de crianza permisivo, que excluya al pequeño de responsabilidades y le dé autonomía; la ausencia de reglas o las diferencias entre adultos a la hora de educar pueden propiciar el síndrome del Emperador.

Consejos para enfrentarse al síndrome del Emperador

El proceso para remediar la patología, según el doctor José Antonio Rabadán, psicopedagogo del hospital Mesa del Castillo, y su equipo de investigación de la Universidad de Murcia (UMU), "no es de regresión espontánea". "La única forma de eliminar estas conductas es con tratamiento especializado, tanto del niño como de la familia.

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En líneas generales, un padre debe mantenerse firme y coherente en la aplicación de normas:

  1. Define y estable en consenso con el niño, límites, reglas y normas claros y concisos. Ayúdale a entender el porqué de las normas y su cumplimiento.
  2. Sé firme y coherente en la aplicación de las normas.
  3. Explícale las consecuencias de determinadas acciones.
  4. Evita discrepancias entre los adultos encargados de la educación del niño.
  5. Dedica tiempo al desarrollo ético y moral. Los valores se transmiten por la vivencia afectiva de los mismos.
  6. Encárgate del desarrollo emocional del niño, de su autonomía y responsabilidad. Ocúpate de forjar una sana autoestima y edúcale para que pueda enfrentarse a la frustración. Enséñale habilidades sociales.
  7. Favorece el desarrollo de la empatía. Explícales cómo te sientes y ayúdales a ponerse en el lugar del otro.
  8. Evita sobreprotegerle y hacer cosas que puede hacer solo.