Esta es la historia de una estudiante de Derecho. Una universitaria que, además, es trabajadora sexual, actriz porno y protagonista de una webcam erótica. A Lucía Fernández le quedan cinco asignaturas para acabar su carrera de Derecho en la Universidad de Oviedo. Trabaja para pagarse la licenciatura, el piso, la comida y sus gastos personales. Al acabar el grado preparará oposiciones a subinspección de empleo y seguridad social. Cuando esta joven de Gijón de 25 años entra en el campus, muchos la miran por el rabillo del ojo y otros cuchichean descaradamente. Su profesión la ha hecho bastante popular.

-Lucía Fernández es el nombre que aparece en sus anuncios, webcam y películas. ¿Es su nombre?

-Es mi nombre de guerra. El de verdad es para las instituciones y la policía. Si salgo por ahí con mis amigos y una persona se interesa y me pregunta cómo me llamo, me lo pienso porque no sé si se acerca por mi faceta de personaje público o porque tiene un verdadero interés en mi amistad.

-¿Por qué decidió ejercer la prostitución?

-Solicité una beca de movilidad Séneca en la Universidad hace dos años y medio para estudiar en Barcelona, que es una ciudad cara. Me preocupaba no vivir con comodidad. Siempre había trabajado en Asturias. He sido azafata, niñera, promotora, comercial, camarera... La verdad es que he llevado una vida muy sacrificada. Conocía a alguna chica que lo hacía y otras hablaban bien del trabajo sexual, así que un día pensé que igual no era mala idea. No sabía ni por dónde empezar. No te digo más que busqué en Google "cómo ser prostituta" para publicitarme. Al final entré a trabajar en un piso en Gijón. Entré para tres semanas, que era el tiempo que me faltaba para marcharme a Barcelona, y hoy sigo en la profesión.

-¿Por qué sigue?

-Porque vi dinero y me di cuenta de que la actividad no me generaba un dilema moral. Durante la semana iba a clase y los sábados y domingos trabajaba en el piso. Ahora, tras la estancia en Barcelona, he alquilado un apartamento en Oviedo para recibir a los clientes. También viajo bastante a Madrid y Cataluña. Al día suelo hacer entre dos y cinco servicios, pero he llegado a hacer diez. Es un negocio en el que mis anuncios son puro marketing.

-¿Cómo se las arregla para viajar por trabajo y estudiar?

-Dejo la prostitución unos días cuando preparo los exámenes de Derecho y luego vuelvo. En otras ocasiones reduzco las citas al mínimo. Depende.

-¿Cuánto cobra?

-(Se ríe). No te lo voy a decir. Cambio las tarifas en función de la ciudad y lógicamente subo el precio si tengo que viajar. Pongo un precio que el consumidor medio pueda pagar, pero que no sea asequible a todo el mundo. No es que sea clasista, pero la gente que te da 100 o 200 euros por una hora te trata de forma diferente a otras personas a las que le cuesta llegar a fin de mes y te pagarían 20. He llegado a ganar más de 1.000 euros en un día. En Oviedo no puedo pedir 300 euros por una hora porque no me los van a pagar. En Madrid la cosa cambia. En el cine porno el precio también es diferente: por una escena te pagan entre 400 y 700 euros en función de la práctica sexual que haya que grabar.

-¿Echa de menos tener un trabajo reglado y cotizar?

-Trabajé de los 17 a los 23 y en esos seis años no llegué a cotizar ni para un año de paro. Hay empresarios que no están dando de alta a los empleados por las horas reales de trabajo. ¿Quién cotiza lo suficiente hoy en día para poder jubilarse? Yo estoy en contra del trabajo. Por mí lo abolía, pero como en esta sociedad de momento hay que mantenerse para vivir, debo generar dinero.

-¿Ha pensado darse de alta en autónomos?

-Haciendo trapicheos podría conseguirlo marcando el apartado de "varios". Si me hago autónoma luego tendría que pagar el impuesto de actividades económicas y si en ese momento digo que soy prostituta, Hacienda me va a decir que no me puede cobrar y me embargaría el dinero.

-¿Ingresa el dinero en el banco o lo guarda en otro lugar a buen recaudo?

-Lo ingreso en el banco. Nunca me han pedido explicaciones sobre mis ingresos. La declaración de la renta me sale a devolver, pero no lo cobro para no estafar al Estado. Que se lo quede Montoro. El año pasado me devolvían 100 y no sé por qué.

-¿Qué tipo de clientes tiene?

-De todo. La idea popular más extendida es que los clientes de las prostitutas son viejos barrigudos que huelen mal y dan asco. No es así. Hay muchos jóvenes e incluso hombres que vienen con sus mujeres para hacer tríos. Mujeres solas no he tenido. La gente también cree que los clientes nos utilizan, pero la que dice quién, cómo, cuándo y dónde soy yo. Ellos pagan por el tiempo.

-Supongo que su familia sabe que es trabajadora sexual. ¿Cómo lo lleva?

-Claro que lo saben. Tardé un mes en contárselo a ellos y a mis amigos. Hubo personas que reaccionaron fatal y no lo aceptaron. Supongo que a consecuencia de las ideas preconcebidas que la sociedad tiene sobre mi trabajo. Otros se lo tomaron bien y me preguntan regularmente cómo estoy para ofrecerme su apoyo. Yo les digo que bien, porque es la verdad, aunque a veces tenga días de mierda trabajando como todo el mundo. A mi madre no le queda más remedio que aceptarlo y con mi padre no me hablo. Mi abuela me llamó por teléfono al poco de contarle a mi familia lo que estaba haciendo. "Hija, ¿trabajas?". Le dije que sí. "¿Eres prostituta?". Le dije que también. "¿Y ganas dinero?". Le respondí que bastante. "Pues me parece muy bien".

-¿Tiene o ha tenido pareja siendo prostituta?

-Antes conviví con un chico. Vaya, que he lavado calzoncillos que no eran míos. Después, en Barcelona, salí con otro. No me gustaba que me preguntara por el trabajo y cuando teníamos relaciones sexuales me decía que si todavía tenía ganas. Ahora no tengo pareja y tampoco ganas de tenerla. Me da pereza implicarme emocionalmente.

-¿Le costaba separar la vida profesional de la personal?

-Qué va. La prostitución es como hacer café en una cafetera. Al principio llegas perdido y no sabes cómo funciona la máquina, pero llega un momento en que automatizas los movimientos. El amor es otra cosa.

-Con cinco asignaturas para acbar la carrera. ¿Sigue yendo a clase?

-No voy porque no me compensa soportar el estigma de la prostitución en un ambiente adolescente. Un día pusieron mis gemidos por un altavoz de móvil en clase. ¿Te lo puedes creer?

Charla en la universidad

"Voy a empezar fuerte". Lucía Fernández advirtió ayer de antemano que lo que iba a decir en el Aula Magna de la Facultad de Derecho iba a agitar la institución académica. Pero realmente no hacía falta que lo hiciera. El público estaba inqueto desde primera hora. Todos querían escuchar a esta estudiante de esa misma Facultad, que reconoce sin tapujos que es trabajadora sexual. Arrancó con una cita de la teórica feminista Virginie Despentes en la que afirma que prohibir la prostitución es impedir a las mujeres sacar rendimiento económico a su propia estigmatización. "Hay quien lo esconden, pero llevar una doble vida es un trabajo que no sé hacer". Muchos tomaron notas.

Lucía matizó ayer que se opone frontalmente a la explotación sexual y que apoya a las mujeres que son obligadas a vender su cuerpo. "Rechazo la trata de mujeres y la explotación sexual. Desde un punto de vista jurídico es necesario proteger a estas víctimas. Tienen que poder denunciar sin sentir miedo. Deben desarrollarse planes de ayuda para eliminar sus traumas psicológicos y otros para ofrecerles una alternativa laboral digna y adecuada a sus necesidades vitales".

Lejos de amilanarse, la ponente comentó que una de las cosas que más les molesta a las prostitutas es que no se les tenga en cuenta: "que se hable de nosotras sin contar con nosotras". Por eso abrió su whatsapp y leyó en voz alta los mensajes de su grupo de "compañeras en lucha" al que pertenece Paula Ezquerra, antigua consejera de la CUP en Barcelona y la primera trabajadora sexual que llegó a la política municipal. Ellas defendieron el oficio más antiguo del mundo ejercido voluntariamente porque, señaló, "es una forma de empoderarse y ser autónomas".

Tras dar voz a otras trabajadoras sexuales, Lucía Fernández repasó con detalle los tipos existentes de prostitutas diferenciando entre chicas de plaza, de turno, encargadas y de calle. Y no escatimó en detalles.

Las chicas de plaza están encerradas 21 días trabajando en un club o un piso con sólo dos horas al día para comer o comprar en el supermercado. Las de turno pactan un horario y suelen ser estudiantes o "madres que aprovechan que sus hijos están en el colegio para ganar dinero en unas horas". Las encargadas son trabajadoras sexuales retiradas que cobran sueldos "de entre 1.000 y 1.200 euros" por recibir a los clientes. Y, según la estudiante de Derecho, las de calle "no siempre pertenecen a las mafias de proxenetas", pudiendo llegar a percibir unos 250 euros a la semana si ejercen en grandes ciudades. A su juicio, lo que la jurisprudencia debe regular es "el poder de los empresarios" que, bajo la apariencia de llevar a cabo una actividad de alterne, explotan a las mujeres.