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Hablemos en serie

De agotamientos y errores ejemplares

Títulos que se alargan demasiado, personajes equivocados, finales fallidos y comparaciones odiosas

Hay series que (se) agotan. "This is us", por ejemplo. Tantos capítulos. Tantos personajes. Tantas tramas. La primera temporada tenía buenos momentos. Muy buenos, incluso. El actor sexy al que obligan a quitarse la camiseta en una teleserie infame y explota contra el público en el plató. La hermana con exceso de peso que se quita el pendiente al subirse en la báscula. Sin saber que le espera un romance bastante prometedor. El médico bondadoso con pasado cruel ("No pasa ni un solo día que no recuerde al niño que perdí"). El padre que reaparece. Tan extraño. Y vulnerable. Las frases sentenciosas: No hay limonada tan amarga que no se pueda hacer limonada". Los amores del actor con una compañera actriz que? Sí, una serie que, a pesar de su exceso de buen rollo, tenía una primera fase potente. Enganchaba. Pero se alargó. Se alargó. Y el interés se fue diluyendo, demasiados tópicos, demasiado dulzor. La segunda temporada llegó demasiado pronto para superar el empacho. Dos capítulos fueron suficientes para decidir: vamos a dejarlo.

Hay series como Taboo que se sostienen sobre un personaje muy potente y que se tambalea por culpa de otro muy flojo. El protagonista, Tom Hardy, aguanta sin problemas el peso de la trama, ayudado por el gran Jonathan Pryce como malvado entusiasta, pero a Oona Chaplin le cayó en suerte la peor parte, una mujer prisionera de pasiones, miedos y odios, mal expresados en el guión y a los que la actriz responde con una interpretación despistada que la lleva a tener los ojos desmesuradamente abiertos casi siempre. Es una serie con momentos muy potentes, brutales a veces, pero cojea allí donde la violencia es más emocional.

The OA, por el contrario, es de esas series que adquieren una insólita popularidad sin nada que la justifique. Nada funciona en este batiburrillo de experiencias paranormales, brujas, ángeles, secuestros, viajes en el tiempo, milagros incomprensibles y alergias al tomate. Y que se remata con una de las secuencias más ridículas de los últimos tiempos (el asalto al instituto, desactivado con la coreografía de los cinco movimientos mágicos). Algo parecido le sucede a Big Little lies, con la diferencia de que es una serie aceptable que se hunde en un desenlace ridículo a la par que imposible de creer. A ver si aprenden de Gomorra, la sensacional serie italiana que terminó su última temporada de forma magistral. Y terrible.

Luego hay series que demuestran que lo realmente importante no es lo que se cuenta sino cómo se cuenta. Goliath, por ejemplo, parte de un argumento parecido al de The night off, con abogados pintorescos metidos en jaleos de la justicia, la historia eterna del débil contra el poderoso. Pero si la primera es una sucesión de lugares comunes de la que solo se salva el desfigurado personaje de William Hurt y algunos personajes femeninos secundarios potentes, la segunda es una obra maestra implacable escrita con talento, dirigida con brío e interpretada con maestría.

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