La presencia de poros en el grafeno puede ampliar su larga lista de propiedades convirtiéndolo en un excelente candidato para desarrollar una nueva generación de dispositivos con función simultánea de filtro y sensor para aplicaciones biológicas y de medio ambiente. Las aplicaciones de esta nueva malla de grafeno nanoporoso con precisión atómica son numerosas y variadas, extendiéndose desde herramientas para medir y combatir la presencia de elementos contaminantes hasta la desalinización de aguas e incluyendo también aplicaciones biomédicas, en las que una membrana tan fina, flexible y biocompatible se podría usar para recuperar la función de órganos como el riñón, el filtro natural por excelencia.

Un grupo de investigadores del Centro Singular de Investigación en Química Biolóxica e Materials Moleculares (CiQUS) de la Universidade de Santiago de Compostela, el Institut Català de Nanociència i Nanotecnologia (ICN2) y el Donostia International Physics Center (DIPC), es el que ha logrado sintetizar con éxito esta membrana de grafeno con poros cuyo tamaño, forma y densidad se pueden modificar en la nanoescala con precisión atómica.

Encabezado por el Profesor ICREA Aitor Mugarza del ICN2 y el Profesor Diego Peña del CiQUS, este trabajo abre el potencial de este preciado material a aplicaciones en electrónica, filtros y sensores. Los resultados se han publicado esta semana en la revista Science con el Doctor César Moreno como primer autor, y ya se ha solicitado una patente sobre la membrana de grafeno poroso resultante.

La presencia de poros en el grafeno puede modificar sus propiedades básicas, empezando por hacerlo permeable y útil como tamiz. Se trata de un cambio de estructura que, combinado con las propiedades intrínsecas de este material de un átomo de grosor y más fuerte que el diamante, lo convierte en un excelente candidato para desarrollar filtros más duraderos, selectivos y energéticamente eficientes para sustancias extremadamente pequeñas, como gases de efecto invernadero, sales o biomoléculas.

Se produce un segundo cambio importante, quizás menos intuitivo, cuando el espaciado entre los poros queda también reducido a unos pocos átomos. El grafeno pasa de ser un semimetal a un semiconductor, lo cual abre la puerta a su uso en dispositivos electrónicos, donde sustituiría los componentes basados en silicio más voluminosos y rígidos que se usan hoy en día.

No obstante, si bien todo eso es posible en teoría, producir un material con estas propiedades requiere de una precisión que todavía no está al alcance de las técnicas actuales de fabricación (y probablemente nunca lo estará). El problema es la forma de abordarlo: perforar los poros en un material de un átomo de grosor es una tarea de enorme complejidad. Por ello, en el presente trabajo los investigadores adoptan una estrategia bottom up ("de abajo hacia arriba"), basada en los principios del autoensamblado molecular y de polimerización en 2D. Consiguen así construir la malla de grafeno con los nanoporos ya integrados desde el inicio.

Producido en Santiago, ensamblado en Barcelona

Para que esta estrategia funcione se precisa una molécula precursora muy específica, diseñada para responder ante determinados estímulos, que se utilizará para ensamblar un gran puzle. En este trabajo, los precursores diseñados y producidos por especialistas en química sintética del CiQUS se trasladaron posteriormente al ICN2 para ser ensamblados, formando un grafeno nanoporoso mediante el mencionado método bottom up.

Las moléculas precursoras se sometieron a varias rondas de calentamiento a altas temperaturas sobre una superficie de oro, que sirvió de catalizador de las reacciones que permitieron polimerizar a las moléculas, formando "nanotiras" de grafeno. Estas estructuras se enlazaron después lateralmente, obteniéndose así una estructura de malla con nanoporos de tamaño y espaciado uniforme.

Simulado en el DIPC y testado en el ICN2, el resultado de este proceso es un nuevo tipo de grafeno que presenta unas propiedades eléctricas parecidas a las del silicio que, además, se puede usar como un tamiz molecular altamente selectivo. Juntas, estas dos propiedades apuntan al desarrollo de dispositivos que actúen simultáneamente como filtro y sensor permitiendo no solo la separación de moléculas específicas, sino también bloquear y/o monitorizar el paso de dichas moléculas por los nanoporos, usando un campo eléctrico; esta señal eléctrica permitiría obtener información cualitativa y cuantitativa sobre qué moléculas pasan en cada momento, algo que podría aplicarse, por ejemplo, en secuenciadores de ADN más eficientes.