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Manuel Montero: "La pelea actual sobre el terrorismo en el País Vasco se enfoca a controlar el relato"

"Intentan que perdure la idea de una guerra, cuando hubo un acoso terrorista a la democracia"

Manuel Montero.

Como mucha otra gente que ocupó un cargo de responsabilidad en el País Vasco de finales del siglo XX, Manuel Montero (Bilbao, 1955), exrector de la Universidad del País Vasco, ha necesitado escoltas y ha sufrido "exilio interior y destierro". Cuando sintió comprometida la seguridad de su familia hizo la maleta. México y Granada fueron sus destinos. Ahora, de nuevo en el País Vasco, avisa de que la guerra actual pasa por hacerse con el relato de aquella luctuosa historia. "El sueño de la libertad" es su aportación para explicar qué sucedió y ya le ha valido para ganar de forma unánime el XXIV Premio Internacional de Ensayo "Jovellanos".

-¿La libertad sigue siendo un sueño en el País Vasco?

-Hemos avanzado muchísimo. La situación actual no se puede comparar con la que se vivía hace unos años, no demasiados. El terrorismo se ha acabado, la democracia lo ha vencido, sobre todo, por la acción de las fuerzas del orden. Ha sido una conquista de la libertad. Todavía quedan cosas por hacer, ahora asistimos a una pelea por controlar el relato. Y estos mismos días se han producido recibimientos multitudinarios a terroristas que salen de la cárcel. Esos homenajes son apología del terrorismo.

-¿Ya se puede hablar de política en público?

-Me llama la atención que a veces se intenta hacer como si no hubiera sucedido nada, como si nunca hubiera habido terrorismo.

-Que aparezcan trabajos como el suyo o como "Patria", de Fernando Aramburu, ¿es un buen síntoma?

-Sí, están saliendo muchos estudios. El de Aramburu es un libro excepcional sobre el País Vasco de nuestra época. La situación ha cambiado muchísimo y a mejor. Pero conviene estar advertidos, por si acaso.

-El éxito de "Patria" y su premio "Jovellanos", ¿confirman que el País Vasco interesa en el resto de España?

-Parece que sí. Es una curiosidad sana por saber qué nos pasó porque el País Vasco no deja de ser una parte de España. ¿Por qué llegó a arraigar el terrorismo? Yo pongo la óptica en su impacto social, en cómo pudo haber durante años funerales de asesinados por ETA en los que prácticamente estaba sólo la familia. Es algo terrible, vergonzoso, se consideró al terrorismo como un factor político más.

-Habla del coste humano, ¿hay también un coste económico y de imagen?

-Hay un coste económico cuantificable y un coste de imagen. También hay un coste moral. Todo esto tuvo un precio, que fue un deterioro ético, esa costumbre extendida de mirar para otro lado. Todo relacionado con la aparición de un sector apegado a ideas antidemocráticas, que todavía existe. El coste en vidas humanas, que nos debe avergonzar, es terrible. La democracia se relativizó.

-¿Puede hacer una radiografía de la situación actual?

-Creo que se habla muy poco de la época terrorista, que ha salido de las conversaciones. Existe una especie de consenso para pasar página. El problema es que no se puede pasar una página sin haberla leído.

-¿Explica usted el origen de ETA?

-Más que cómo se gestó, que hay ya publicados muchísimos estudios, lo que intento explicar es cómo pudo ser aceptada. El proceso mental que permitió crear ese consenso.

-Vivió exilio interior y destierro, ¿qué duele más?

-A algunos nos tocó vivir con escolta e incluso irnos fuera del País Vasco durante años. El término exilio interior describe bastante bien cómo me he sentido.

-Usted tuvo cargos de responsabilidad en la Universidad del País Vasco a finales del siglo XX e inicios del XXI, ¿era la facultad un caldo de cultivo?

-No estoy seguro de que hubiera un problema específico en la Universidad, que fue acosada por el terrorismo, pero como lo fue toda la sociedad vasca. Se ha hablado mucho de esto. Lo que está claro es que había grupos minoritarios que conseguían alterar la comunidad. Más que un caldo de cultivo, diría que fue un campo de actuación.

-¿Fue en esa época cuando necesitó guardaespaldas?

-La tregua se termina cuando salí de rector y entonces ya llevaba escolta desde hacía varios años.

-¿Se ha terminado el terrorismo?

-Creo que en este momento sí. Lo que quedan son secuelas, sigue arraigado el fanatismo, sigue arraigada la idealización del terrorista en un sector muy reducido. No existe un relato democrático sobre qué sucedió y están las dudas del Gobierno Vasco sobre cómo abordar la cuestión. Me imagino que de aquí a tres meses tendremos la escenificación final de la desaparición de ETA, que se disolverá. Intentan que perdure la idea de que hubo una guerra entre dos bandos, cuando lo que hubo fue el acoso de una organización terrorista a la democracia que se saldó con el fracaso estrepitoso de la banda terrorista. Las secuelas que quedan son esas versiones enfrentadas.

-¿Hace quince o veinte años hubiera podido hablar en estos términos?

-Yo siempre fui bastante claro en mis entrevistas y mis artículos. No sé si podía o no, pero yo creo que era contundente. No se solía hacer, no era frecuente.

-Ahora que se amansan las aguas en el País Vasco, ¿qué le parece lo de Cataluña?

-Me parece que es una auténtica barbaridad, ese intento partidista de saltarse la Constitución, de dar un golpe de estado y tener dos millones de votos detrás que están contra la democracia, que quieren destruir el clima de convivencia imponiendo sus fantasías ideológicas. Es muy peligroso desde todos los puntos de vista. Es preocupante que el fanatismo no mida las consecuencias y esté abocando a la ruptura de la convivencia.

-¿Qué supone para usted el premio "Jovellanos"?

-Muchísimo. Cuando vi que se presentaba tanta gente, me sorprendió ganarlo. Tengo una gran emoción. Estoy agradecido al jurado porque es un libro que me ha costado muchísimo escribir. Lo había intentado cuatro veces y me faltaba perspectiva. Profesional y personalmente es un premio realmente importante.

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