Un paseo diferente, mirando fijamente a cada recoveco del Vigo primigenio. Una oportunidad de redescubrir la propia ciudad, donde cada uno acumula sus recuerdos, pero que atesora anécdotas que son de todos. Y muchas han caído en el olvido con el paso de los años y los cambios. Esos cambios que hicieron del Casco Vello un lugar del que los vigueses huían, pero que le han devuelto esa capacidad de ser el corazón de la vida social. Pedro Feijoo es un apasionado de la ciudad, de sus pequeños detalles y comparte en "Camiñar o Vigo vello" lo que él tuvo el privilegio de aprender.

"Este libro es el resultado de todo lo que en su momento me enseñaron a mí. Hay como una especie de pacto no escrito que dice que si a ti te ofrecen toda esta información, este espacio y esta identidad; parte de tu compromiso es seguir transmitiéndolo y poniéndolo en valor. Lo que busca el libro es compartir una memoria, un recuerdo y un espacio de la ciudad", cuenta Pedro Feijoo.

Manuel de la Fuente, abuelo del escritor y periodista de FARO, fue el primero en enseñarle todo lo que ahora se ha decido a poner por escrito en un híbrido entre los manuales de historia y las guías turísticas. "Crecí pasando muchísimo tiempo con él y para mí era lo normal, pero mientras mis amigos del colegio estaban jugando o en clases de fútbol, yo estaba acompañando a mi abuelo al archivo municipal o a la biblioteca Penzol. Buscábamos la partida de defunción de la persona de turno que él estuviera investigando, la localización correcta de una casa? Cuando creces escuchando todas esas historias, eso te deja una impronta; y eso es lo que le debo a él", destaca.

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"Camiñar o Vigo vello" es un pretexto del escritor, que ha demostrado su apego por estas calles en sus exitosas novelas, para animar a los vigueses a salir a la calle y "jugar a ser turistas" en su propio entorno. Un paseo con Feijoo por las calles del Casco Vello es rico en anécdotas. Desde la Praza dos Pescadores, el escritor resalta al superviviente que preside el lugar: "Este olivo es el único que guarda la memoria de cuando Vigo era una ciudad cubierta de olivos. Lleva aquí toda la vida, no lo trasplantó nadie". Este árbol es incluso más antiguo que el del Paseo de Alfonso XIII, sin duda, el más fotografiado.

"A todo el mundo le suena haber oído hablar de la estampa marinera de O Berbés, pero hoy lo que queda es un desastre, es el resultado de una especulación feroz", apunta el escritor, "si alguien busca ahora una estampa marinera en la ciudad debe ir a la Praza do Peñasco, un poco más arriba de la de O Berbés, que es donde todavía se respira ese ambiente de plaza de pescadores. Esta plaza está delimitada por los restos de la antigua muralla y si uno pasa por allí puede observarlos", explica Feijoo.

En este paseo por el Vigo vello, el escritor también descubre un vestigio de esa muralla de la ciudad fortificada de la que tanto se habla en la celebración de la Reconquista. "Si uno sube desde el Paseo de Alfonso XIII hacia el castillo de San Sebastián hay un muro de unos 12 metros, con unos 3 metros de altura, que está cubierto de vegetación, y es el último paño que queda en pie de la muralla. No está marcado ni señalizado, pero esa es la muralla", indica.

"Creo que todos tenemos un vínculo especial con la ciudad vieja", sostiene Feijoo. Él vivió en esta zona y también trabajó aquí. Uno de los lugares que más le llama la atención es el actual número 21 de la Rúa Real, que hoy es un pub (el Tipo X) y no tiene ninguna placa especial. Sin embargo, aunque a simple vista no parezca que nada extraordinario sucedió en esa casa, el filólogo y escritor vigués asegura que fue allí donde estaba la imprenta de Juan Compañel en la época en la que se imprimió el poemario "Cantares Gallegos" de Rosalía de Castro. "El número 12 de la Rúa Real cuando Compañel se encargó de esta edición no es el actual, que es donde hoy está la placa conmemorativa", revela.

Señalando al balcón del primer piso encima del Tipo X, Feijoo añade que Manuel Murguía trabajó en Vigo para un periódico una temporada y que Rosalía de Castro se vino a vivir con él unos meses precisamente a ese piso. Lo que ya no sabemos es cuántas veces se asomaría la poeta a ese balcón de la Rúa Real del que ahora nos despedimos.

Y subimos con Feijoo al Casco Vello Alto, quizá la parte más olvidada históricamente pero que "se está recuperando a golpe de la gente que se viene para aquí" y decide hacer su vida en estas calles. "Este espacio ha vuelto para la vida de manera especial y aquí me quedaría con lo que ahora se llama la Praza do Abanico, porque allí estaba el bar Abanico, que todo el mundo conoce mucho mejor por la famosa Casa da Collona. El hecho de que un burdel, con todo lo que ello supone, haya dado lugar a una expresión local que todos usamos me parece una historia especialmente bonita", asegura.

Son muchos los rincones que Feijoo guarda en su memoria personal, pero nuestro paseo se detiene aquí con un deseo: que el Casco Vello siga mejorando. "Lo que le falta a la ciudad vieja para recuperar de nuevo plenamente la vida y su identidad es que el Concello termine de entender que ha de involucrarse de manera plena en esto y no dejar que todo dependa de la iniciativa privada, porque entonces no habrá nunca un movimiento. Es evidente que la ciudadanía sí está por la labor", asevera.