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regreso al futuro

"El peligroso viaje al fin de la noche"

El 10% del planeta no está nunca en oscuridad, algo que "enloquece" a los ecosistemas naturales

Una imagen nocturna del planeta Tierra.

Desde que el mundo es mundo, día y noche han ido sucediéndose. Pero es posible que a lo largo de este siglo la oscuridad que siempre cubre una mitad de la Tierra se acabe para siempre. En este viaje al fin de la noche que la humanidad está haciendo a fuerza de encender cada vez más puntos de luz podemos también llevarnos por delante buena parte de nuestros ecosistemas naturales, férreamente regulados por el ciclo luz-oscuridad. "Nature" acaba de dedicar un amplio reportaje, firmado por Aisling Irwin, a explicar cómo la contaminación lumínica está deteriorando los ciclos de la flora y la fauna, generando un "estrés generalizado y prolongado en los ecosistemas". Franz Hölker, ecohidrólogo del Instituto Leibnitz de Ecología de Agua Dulce de Berlín, sentencia que la oscuridad es una de las fuerzas más profundas que da forma a la naturaleza. "La noche es la mitad de la historia", advierte. Y nos estamos cargando la "mitad de la historia".

Los datos de "Nature" son reveladores. La noche ha desaparecido en una décima parte del planeta. Ésa es la superficie que se ilumina artificialmente en cuanto llega la oscuridad natural. Si se incluye el brillo del cielo, ese porcentaje se eleva al 23%. El 30% de los vertebrados y el 60% de los invertebrados son nocturnos "y exquisitamente sensibles a la luz", advierte esta prestigiosa publicación científica. Cada uno de los últimos seis años, se iluminó un 2% más de la superficie terrestre. Además, la implantación de las bombillas led, más eficientes, potencia el efecto de la contaminación lumínica pues "emiten una luz blanca de amplio espectro que incluye la mayoría para el mundo natural", subraya "Nature".

El impacto de este día perpetuo que estamos creando se está constatando en una serie de estudios científicos, de larga tradición además pues ya en la década de los cincuenta el holandés Frans Verheijen fue el pionero en advertir sobre el impacto de las luces en el comportamiento animal. Las farolas, desde este punto de vista, se convierten en armas de destrucción masiva: un estudio en Alemania constató que su luz acaba con 60.000 millones de insectos en un único verano. En otra investigación citada por "Nature", en este caso en el Reino Unido, se descubrió que en los últimos trece años la floración de los árboles se había adelantado una semana por efecto de la iluminación artificial. Un aumento de la temperatura del planeta en 2 grados ocasionaría un fenómeno similar. El impacto llega a todos los ámbitos naturales. Otro proyecto desarrollado en el Reino Unido, denominado "Ecolight", desarrollado por la Universidad de Exeter, constató que la luz ámbar y la blanca, aunque ésta en menor medida, suprimían la floración de los tréboles. El proceso de polinización también se ralentiza: la Universidad de Berna constató el año pasado que la iluminación artificial causó que las plantas produjeran un 13% menos de fruta, al reducirse la actividad polinizadora de los insectos. Nuestro futuro sin noche viene lleno de sombras.

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