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IVÁN RUIZ ACERO "El miedo y la mentira en los niños son un síntoma de salud mental"

"Cuando el temor hacia una misma cosa persiste, o se expande hacia todo, es cuando hay que preocuparse", asegura

Iván Ruiz Acero. // FdV

- ¿Por qué la necesidad de abordar un comportamiento tan común en la infancia como son los miedos y las mentiras?

-Es la primera de un ciclo de conferencias titulado El cuerpo y sus locuras, que organiza el Espacio Psicoanalítico de Investigación Clínica. Nos interesa empezar por la infancia porque es un tema que interesa y preocupa a las familias y los educadores. Esta conferencia gira en torno a dos fenómenos que aparecen en la infancia desde muy pronto, que son las mentiras y los miedos, muy diferentes pero que tienen muchas cosas en común. Para empezar los miedos y las mentiras aparecen en el mismo momento de la infancia de un niño, poco después de empezar a hablar. Sobre los 4 o 5 años los niños empiezan a decir cosas que no son verdad y a inventar historias; y los miedos también empiezan en la misma época, sobre todo por la noche, miedo a la oscuridad, a dormir solos, a las figuras de terror de la época..., porque hace cien años se temía al hombre del saco, y ahora son fantasmas, zombis, demonios....

- ¿Por qué aparecen?

-Las mentiras y los miedos aparecen porque el niño es un ser que habla, que necesita el lenguaje para comunicarse con sus padres, sus hermanos, con sus educadores... El hecho de hablar determina el tipo de mentiras y de miedos que un niño tiene. Esto es importante transmitirlo porque muchas veces, tanto las mentiras como los miedos, desconciertan al adulto y hace que se les considere como conductas que hay que erradicar. Pero en realidad los psicoanalistas sabemos que tanto las mentiras como los miedos son una manifestación de la subjetividad del niño, surge en el momento que el niño está en su elaboración de lo que es el mundo, la relación con los demás, de donde está el bien y donde está el mal.

- ¿Se puede considerar entonces un proceso normal?

-Efectivamente, tanto el miedo como la mentira en el niño es un síntoma de salud mental. Cuando un niño miente, por ejemplo, la primera experiencia que puede conseguir es constatar que no es invisible, que no es transparente, que lo que él piensa puede no ser sabido por su padre o su madre. Esto es una experiencia inaugural, interior y subjetiva muy importante, porque los niños pequeños tienen muchas veces la idea de que son transparentes, de que los padres le leen los pensamientos, hasta que un día se les ocurre mentir y se dan cuenta de que sus padres no han sabido qué estaba pensando. Es importante constatar que uno no es transparente para el otro, porque si no, no es posible vivir. Hay que poder saludar a alguien diciéndole con una sonrisa de oreja a oreja buenas tardes, a la vez que piensas que tío más pesado, de lo contrario, las relaciones sociales no se podrían mantener.

- ¿Y cuándo pasa de ser un síntoma saludable a una preocupación para los padres?

-A la vez que es un síntoma de salud, puede convertirse en un síntoma de que algo está pasando. Cuando un miedo hacia una misma cosa persiste, o se expande hacia todo, por ejemplo yo atendí un caso en el que un niño empezó a tener miedo a las plantas y tuvieron que retirarlas de la casa, luego a los jarrones, a los cuadros, a las figuras... Cuando estos miedos se expanden, es cuando hay que preocuparse, porque eso indica que hay algo que pasa en ese momento en su vida, que no puede expresar, y aparece en forma de miedo. También la mentira compulsiva en algunos niños es un síntoma de que algo pasa. Este punto es muy importante para los psicoanalistas, porque las mentiras y los miedos, a la vez que son un síntoma de bienestar y de una buena evolución en la subjetividad del niño, a la vez se puede convertir en expresiones de que algo está pasando, y que el niño no puede expresarlo.

- ¿Cómo deben los padres abordar esta situación?

-Habría que ver qué tipo de miedo tiene el niño y qué tipo de mentiras dice. Pero lo importante es que los padres y educadores no desprecien esas producciones del niño que están dirigidas al adulto para que las pueda interpretar, entenderlas como la expresión de otra cosa. Ante una mentira, unos padres tienen que poderse sentar con su hijo y decirle: esto es una mentira, qué pasa y qué nos quieres decir con esto. Insisto, es importante tomarse en serio la mentira y el miedo del niño porque eso siempre expresa algo.

- Como especialista en el abordaje del autismo, incluso ha dirigido el documental 'Otras voces' sobre este trastorno psicológico, ¿cuál es la realidad actual del autismo en España?

-Es muy compleja y muy diversa porque el tratamiento del autismo está legislado de tal manera, que hay una legislación española pero son las comunidades autónomas las que tienen las competencias para desarrollar la ley en el campo de la atención precoz, de la salud mental, y hay realidades muy diversas en función de cada autonomía. No obstante, a nivel general podemos decir que en España, en lo que se refiere a la infancia, estamos en un momento en el que nunca se había hablado ni investigado tanto sobre el autismo en la infancia. Sin embargo, la asignatura pendiente como sociedad, es lo que pasa cuando estos niños se hacen mayores, qué pasa con los adolescentes y adultos autistas, que no han podido hacerse un proyecto de vida autónomo, y a veces dependen mucho del otro porque no tienen lenguaje, porque tienen un grado de angustia vital que no les permite desarrollar sus proyectos, estudios, una vida autónoma, independiente. No hay recursos para ellos ni una manera de entender qué les pasa.

- ¿Son muchos los afectados?

-No es una población muy grande pero es una realidad que afecta al modelo de sociedad que tenemos, un modelo basado en la productividad, es decir, que el adulto tiene que ser un sujeto productivo, y si no, no tiene lugar. Los autistas son los casos más radicales porque muchas veces no tienen ni los recursos mínimos para comunicarse con los demás, pero no es una cuestión solo de los autistas, hay muchos tipos de discapacidades, de trastornos mentales en la edad adulta, que se encuentran en esta situación, que por el hecho de no ser productivos no se ha pensado un modelo asistencial para ellos.

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