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José Miguel Ortí Bordás: "La historia demuestra nuestra incapacidad revolucionaria"

"No ha habido en España una operación de mayor calado político que la Transición"

José Miguel Ortí Bordás. // Ricardo Solís.

La inacción del Estado ha encumbrado a los localismos, un fenómeno que mina desde el siglo XIX la cohesión social y agudiza las tensiones territoriales, denuncia José Miguel Ortí Bordás (Tous, 1938), protagonista de los primeros pasos de la Transición como mano derecha de Torcuato Fernández-Miranda quien llegó a pensar en él como posible candidato a la Presidencia del Gobierno para suceder a Carlos Arias Navarro poco antes de las elecciones de 1977 aunque finalmente fue Adolfo Suárez el elegido. Politólogo y autor de varios libros en los últimos años, Ortí Bordás expone bajo la advocación de Ortega y Gasset en su flamante obra "Revoluciones imaginarias. Los cambios políticos en la España contemporánea" (Ediciones Encuentro) su firme convencimiento de la incapacidad revolucionaria de España, un país inestable políticamente, pero conservador, gubernamental y refractario a las reformas.

Vivimos, según el autor, en una sociedad instalada en la "posmodernidad de la antipolítica" que ha abandonado la dialéctica democrática basada en argumentos sólidos para aupar a los movimientos populistas surgidos de la falta de credibilidad de las instituciones.

Miembro de la generación de jóvenes políticos azules de una promoción anterior al Rey Juan Carlos I, Ortí Bordás observa con interés la evolución de los milenials nacidos a partir de 1980 que han roto de forma radical con sus antepasados más cercanos para subirse a la ola de un mundo dominado por las nuevas tecnologías. "Eso no nos tiene que asustar ni deprimir", subraya en un hotel de Madrid, "nos debe servir de estímulo para afrontar los muchos y muy graves problemas que se avecinan" e intentar buscar soluciones a los dilemas que traen consigo la biogenética, la inteligencia artificial o la robótica.

Ortí Bordás reconoce como algo natural la falta de empatía de los jóvenes con los protagonistas, como él, de la hoy denostada Transición. "Supongo que nos perciben como nosotros veíamos a la generación de la Guerra Civil, como personas a las que no queríamos imitar y de las que solo rescatamos un valor: el deseo de habitar una España en paz", pero reivindica sin concesiones ese pasado, uno de cuyos principales protagonistas fue, en su opinión, su mentor Torcuato Fernández-Miranda por mucho que Landelino Lavilla quiera ahora disputarle la autoría del tránsito de la dictadura a la democracia. "Desde el punto de vista político no ha habido en España otra acción de mayor calado y trascendencia que la de la Transición y Fernández- Miranda no solo redactó el proyecto de ley para la reforma política que después fue la norma que abrió la puerta a la reforma del sistema entonces vigente y al establecimiento de la democracia sino que fue, sobre todo, el diseñador de esa transición templada y reconocida por todo el mundo hasta el punto de haber servido de inspiración tanto en países del bloque soviético como en naciones de Hispanoamérica para desarrollar sus procesos democráticos".

¿Por qué Fernández-Miranda apostó finalmente por Suárez y no por Ortí? "Cometí un error", admite resignado al rememorar cómo se distanció por su "indisimulado aperturismo" de un Fernández-Miranda que veía además en el entonces jefe del partido único del franquismo a un presidente más manejable. "Como le había nombrado primero ministro secretario general del Movimiento para que fuera sus ojos y oídos en el Consejo de Ministros pensó que como presidente comulgaría con todas sus ideas y decisiones, pero se equivocó" al confiar en su supuesta docilidad.

Esta España sumisa y reticente a subirse al carro de la modernidad tan solo exhibió su espíritu rebelde con la revolución encabezada por Prim en 1868 para derrocar a Isabel II en medio de un ambiente muy enrarecido desde 1832 por los tejemanejes de María Cristina de Borbón y los liberales para nombrar a Isabel sucesora de Fernando VII, "el rey mas aborrecible de la historia de España", pero el intento fracasó por el asesinato del general de Reus en 1870, según el hilo argumental de Ortí, convencido de que los intereses familiares de la Casa Real fueron el germen de una guerra civil que se prolongó después con las contiendas carlistas, campo de enfrentamiento de una sociedad que no había tenido ni voz ni voto en los temas sucesorios.

"Sin esa guerra civil, la historia contemporánea de España hubiera sido muy distinta y mucho mejor, pues pudo evolucionar del antiguo régimen a la modernidad de forma pacífica, pero el monarca precipitó su caída en la ruptura y en el conflicto civil", por que el fracaso del intento del general Prim por iniciar una nueva senda alejada de nuestra incapacidad revolucionaria se llevó por delante dos repúblicas que pretendían enterrar un régimen monárquico agotado y dominado en algunos momentos por reyes calamitosos, argumenta.

La I República "desembocó en el cantonalismo, uno de los fenómenos políticos más condenables de la historia contemporánea por su afán disgregador", considera el politólogo, y la II República "fue incapaz de frenar el enfrentamiento de la sociedad y dio lugar a la Guerra Civil pese a los esfuerzos de aquellos que la veían con esperanza para la modernización del país".

Ante un panorama tan poco edificante, Ortí Bordás vuelve a destacar el éxito de la Transición española, una operación llevada a cabo sin traumas ni sobresaltos que colmaba los deseos de la mayoría de la sociedad. "El triunfo de la Transición supera con creces lo conseguido con la Constitución de Cádiz de 1812 redactada por unas minorías liberales sin el consenso del pueblo, mientras que la Constitución de 1978 fue aprobada en referéndum por la inmensa mayoría de los españoles".

Ese texto que aglutinó al país y fijó el Estado de las Autonomías se tambalea ahora ante el desafío separatista de Cataluña que demanda la unidad de los grandes partidos nacionales en asuntos de Estado para formar gobiernos de concentración capaces de frenar la amenaza a la integridad nacional, propone Ortí.

"Lo que está claro es que el principal error de nuestro actual sistema político fue que los constituyentes pusieran en marcha un modelo de representación proporcional que impide la formación de mayorías claras en el Congreso", explica para denunciar el alto precio que han pagado populares y socialistas al verse forzados a recurrir a los nacionalistas para gobernar en España.

"El triunfo de Ciudadanos en las recientes elecciones autonómicas de Cataluña, aunque insuficiente para gobernar, es el reflejo de la reacción del pueblo catalán frente a las operaciones separatistas", considera este tradicional militante del PP al felicitarse por la rebelión de las banderas rojigualdas desde los balcones y de las movilizaciones en las calles de muchas ciudades de España y de Cataluña como síntomas alentadores del escondido patriotismo español.

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