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El caso del hombre dado por muerto en Asturias que "se despertó" poco antes de la autopsia

La muerte no siempre es evidente

Forenses gallegos señalan que algunos casos de hipotermia en ahogados e intoxicación por barbitúricos requieren mayor atención a los "signos" de vida, porque se desvanecen

"Ser enterrado vivo es, sin ningún género de duda, el más terrorífico extremo que jamás haya caído en suerte a un simple mortal [...] Los límites que separan la vida de la muerte son, en el mejor de los casos, borrosos e indefinidos... ". Con estas palabras, Edgar Allan Poe expresaba en su relato "El entierro prematuro" una de sus más terroríficas obsesiones: la posibilidad de ser enterrado vivo. Se trataba de un temor muy presente en el siglo XIX, cuando se daban muchos casos de personas que eran dadas por muertas cuando, en realidad, no lo estaban.

Los avances tecnológicos han hecho casi imposible que eso ocurra. Es difícil encontrar casos, puesto que se conocen bien las dolencias que, como la catalepsia -a la que se refiere Poe en su relato-, pueden provocar que una persona parezca haber fallecido cuando en realidad sigue viva. Pero esta semana, lo improbable ha sucedido.

Expertos consultados por FARO señalan que "lo raro" es que se produzca un fallo en cadena de dos o tres médicos, como ha sucedido en el caso del preso en Asturias, Gonzalo Montoya. "Algo ha fallado", dictaminan. Y se preguntan si al hombre se le practicó un electrocardiograma en las dependencias de la prisión. Después de que hubieran certificado su muerte, el hombre dio síntomas evidentes de estar vivo (roncó) en la sala de necropsias, poco antes de que fueron a practicarle una autopsia. Las últimas informaciones lo situaban esta semana en la UCI, controlado pero en buen estado.

Diagnosticar que una persona está muerta suele resultar sencillo para un médico. Sin embargo, fuera de un hospital, y careciendo de ciertos aparatos, existen circunstancias en las que esta determinación puede complicarse. En estas situaciones, "todos hemos tenido dudas alguna vez", subrayan los médicos consultados en relación al supuesto fallecimiento del interno.

Según estos especialistas, pueden ser fuentes de confusión factores como que el médico carezca de la posibilidad de realizar un electrocardiograma, o que el paciente haya consumido sustancias estupefacientes o sufra una hipotermia.

En lo que coincide en Galicia el catedrático de Medicina Legal Ignacio Muñoz Barús es en la baja probabilidad de un caso como el sucedido esta semana. "Es altamente infrecuente, puede darse porque los hechos son tozudos y ahí están. Pero la mayor parte de los diagnósticos de muerte son diagnósticos por falta de vida: que no respira, no late, no responde... El diagnóstico más habitual", explica. Pero en algunos casos, precisa el experto, "se precisan signos de presencia de muerte". Se refiere a los "muertos ahogados en el mar o agua muy fría". Ahí no serían suficientes las comprobaciones habituales. También en caso de "intoxicación con barbitúricos". En este caso, el médico debe aguardar a que el cuerpo asimile o metabolice los fármacos porque estos producen una situación semejante a la muerte. Muñoz Barús apunta varios casos en la literatura médica que documentan algún caso de este tipo. "Son en este tipo de circunstancias excepcionales cuando son necesarios más síntomas de muerte que la ausencia de vida".

El forense del Instituto de medicina Legal de Galicia (Imelga), Benito López, explica que quizás en el caso asturiano hubiera bajado de forma drástica los latidos y la respiración y en algún tipo de exploración "no muy minuciosa", este dato pudo dar lugar a un error. "Bajo los efectos de barbitúricos, que son depresores del sistema nervioso central, la situación es más complicada", asegura López. "Eso rebaja las constantes vitales, hasta el punto de que se producen muertes precisamente por inhibición de las constantes vitales". Eso sí, el forense quiere dejar un mensaje claro: "La sociedad tiene que estar tranquila porque esto ocurre una vez por cada miles y miles de fallecimientos". En treinta años de trabajo, López asegura que nunca se ha tropezado con un caso de este tipo.

En la Edad Media y las épocas de grandes pestes se han documentado casos de personas enterradas dadas por muertas sin que realmente lo estuvieran. Pero en la actualidad es "prácticamente imposible", según el profesional. "Tendrían que fallar muchas cosas para hacer un diagnóstico erróneo de una muerte", explica. Entre otras cuestiones, porque la Ley fija un periodo mínimo de 24 horas para enterrar a un fallecido. En el caso de las autopsias, que se pueden realizar antes de ese período, en caso de dudas se usa un equipo portátil de electrocardiografía o la auscultación. Otro de los datos que daría a los profesionales una señal de que no está muerto es la rigidez que adquieren los cuerpos una vez han pasado 12 horas de la muerte.

La especialista de la UCI María Quiroga explica que "en una UCI, todos los pacientes están monitorizados, y el cese de la actividad cardiaca puede verse en el monitor", asevera. Y es que,"un pulso muy débil puede confundirse con la ausencia de pulso".

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José Ignacio Muñoz

"Más que prueba de vida, en estos casos hay que buscar signos de muerte"

Benito Lopez

"La sociedad tiene que estar tranquila porque es un hecho excepcional"

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