Dos chicos muy jóvenes doblan la esquina y advierten que en la acera está comiendo Lola. "Oye, deja un poco de tortilla para los demás", le suelta uno al pájaro, una lavandeira, esa graciosa ave caracterizada por mover la cola de arriba a abajo sin parar cual batuta en un concierto. "No es tonta, sabe dónde está la tortilla más rica de A Coruña", replica el otro chico antes de entrar al bar Pontejos, en la esquina entre la calle del mismo nombre y la Rúa Pío XII, frente al mercado de San Agustín. Estos son algunos de los comentarios habituales que se suelen oír en este local en referencia a esta lavandeira que cada día desde hace cuatro años acude a tomar su ración de tapa de tortilla. A veces, si hay mucho movimiento por la calle, se queda por la acera, pero si no, accede al interior y come sobre la barra del mostrador.

"Viene varias veces durante la mañana, desde las nueve hasta las dos y media o así, cuando hay tortilla. Cada dos o tres horas ya está aquí para repostar. El pan ni lo toca, solo quiere tortilla. Empezó a venir hace cuatro años, le tirábamos trocitos de comida a lo lejos, comenzó a coger confianza y ahora ya llega hasta el mostrador", cuenta Javier, uno de los propietarios del local y el cocinero que realiza las famosas tortillas.

En el bar Pontejos esta lavandeira es un cliente más, salvo que no paga. Los clientes fijos que la conocen la saludan y no se sorprenden por su presencia como ocurre con los que acuden por primera vez y ven sobrevolar al pájaro desde la cubierta del mercado hacia el mostrador del local. "No son nada dóciles, éste es el único caso que conozco de una lavandeira tan sociable", cuenta uno de los clientes del bar.

Desde hace un año hay un debate en el bar Pontejos. "Le puse Lola porque se llama así mi madre, mi hermana y mi mujer, estoy rodeado de Lolas por todas partes. Pero el año pasado, mirando por internet y hablando con clientes, vimos que por los colores del plumaje es un macho y ahora quieren ponerle Lolo. Pero me niego", cuenta Javier. Todos pensaban que era hembra porque cuando anida, Lola (o Lolo) acude con las crías, les da a conocer la tortilla de Javier desde la infancia. "Solo hay dos o tres meses al año que no viene, debe de ser porque se va a otra zona", añade. Este grácil pájaro que come insectos en el campo se adapta a pillar lo que puede en las zonas urbanas. Pero además Lola tiene un hándicap, está mutilada: le falta la garra de la pata derecha.

Javier, responsable del local junto con su mujer Loli, hace entre diez y y doce tortillas cada mañana, poco hecha pero menos que las de Betanzos, tan jugosa y sabrosa que algunos vienen de barrios alejados para catarla cada mañana, entre ellos los trabajadores del supermercado Gadis. Cuando está muy ocupado en la cocina y no ha advertido la presencia del ave, algún cliente le recrimina: "Javi, que tienes a Lola esperando, hombre". Este café bar familiar abierto hace 42 años sirve comida casera. Son famosos sus callos o su cocido. Pero la estrella es la tortilla. "Aprendí de mi madre. Voy a morir sin hacerla tan buena como ella", asegura Javier.