En Reino Unido, donde cada ciudadano consume una media de 2,5 kilos de té al año, también hay tiempo para disfrutar del café. Ehab y Rowena tomaron nota y en el año 2009 abrieron The Tea Terrace en Londres -que después se amplió a dos locales más-, un gran salón de té que esta semana ha dado la vuelta al mundo. Su hito ha sido el selfieccino, un café en el que la espuma es un selfie del cliente. La experiencia (que amenaza con hacerse global) se puede disfrutar en su establecimiento de la distinguida Oxford Street.

El modus operandi es fácil. La persona llega, pide el selfieccino o el chocoselfie, se toma una foto que es remitida al barista por una app especial. La imagen se sube a la máquina Cino mientras se hace la bebida. La imagen es escaneada y reproducida en la espuma con tinta comestible sin sabor y de colores. En total, cuatro minutos y 7,5 euros.

Todo apunta a que el selfieccino podría ser una de las tendencias del año 2018 que estamos a punto de saludar. Es un paso plus ultra del latte art.

Los primeros pasos fueron a principios de 2016 cuando se presentó en una feria en Las Vegas la cafetera Riplle Maker, una máquina con técnicas de impresión 3D y sistema de inyección de tinta en el café. Su aplicación era Coffee Ripples. En la página web de la compañía, www.coffeeripples.com se detalla que puede costar a partir de 2.000 dólares para venta directa a clientes norteamericanos con una suscripción anual de 1.200 dólares al año.

El selfieccino es una muestra ás de que la tendencia de la impresión 3D ha llegado para inundar todas las esferas de nuestra vida. Las Fab Labs -locales donde se puede accedeer a la última tecnología 3D han llegado a Galicia. En Vigo, este año, abrió la primera -bajo el régimen de cooperativa- ofreciendo cursos de construcción de impresora 3D y otras habilidades. Así que sí, para este 2018, la tendencia de impresión 3D seguirá asentándose.

Pero ¿qué más tendencias habrá que seguir en el nuevo año? Desde hace un tiempo, lleva hablándose de ella pero quizás el 2018 sea el año en el que gane adeptos de forma masiva. Se trata del JOMO, Joy of Missing Out, la alegría de perderse algo. Es el opuesto al FOMO, Fear os Missing Out, que se traduce en la angustia por no estar al tanto de lo último de Facebook, Instagram, Twitter, WhatsApp, la vida real, los vídeojuegos... Es decir, la adicción a la tecnología digital o la necesidad por cuestiones de trabajo (como les pasa a los e-nomads, los que trabajan desde casa, el café o la calle con su portátil, smartphone o tableta haciendo horas como churros sin poder desligar su vida privada del curro).

Como resaca y cambio de tendencia, pide paso el JOMO que podría traer un artilugio nuevo a nuestros hogares: el disyuntor de wifi, un dispositivo de pequeño tamaño que apaga la conexión digital con el resto del mundo.

Detrás de esta filosofía, viene también todo lo que incluye en su nombre slow (despacio) y que implicará el derecho y el deseo a comer a un ritmo más pausado para volver a disfrutar de los sabores; o a tener ropa más respetuosa con la naturaleza pero que tarda más en elaborarse.

Hablando de ropa, un año más, las tendencias para mujer y hombre son dispares e infinitas. Pero algunas gurús recalcan que el pelo en abrigos, zapatos o botas (o en los zuecos de invierno o verano de la gallega Elena Ferro por ejemplo) así como en bolsos y llaveros. También apuntan, otra vez más, al impermeable de plástico transparente; a los tops con plumas y ojo al estampado de leopardo para el abrigo o la cazadora.

Por último y para cerrar con las tecnologías, la corriente en Instagram realperorealrealmum (las madres reales, aunque también hay algún padre) que a diferencia de las celebridades como Georgina suben fotos con sus barriguitas, sus niños haciendo pucheros, despeneidas y sin ir a la moda, sin la necesidad de que todo parezca perfecto. En definitiva, 12 meses por delante de un año en el que toda tendencia será posible.