Pablo López acaba de lanzar Camino, fuego y libertad, un álbum profundo en el que el cantante malagueño ha desnudado su alma.

-¿Le deja dormir la emoción de lanzar disco?

-He vivido tan intensamente el proceso de escribirlo, ha sido una catarsis tan revoltosa que siento que ahora mismo estoy como en el descanso de la batalla. Pensando que no he dejado al azar lo que la gente pueda sentir al escucharlo, sino que he trabajado y me he dejado todo en este disco. Siento que pase lo que pase, si muero habrá sido en el intento: dejándome hasta la última gota de mi sangre y mi alma.

-¿No se compone siempre a corazón abierto? ¿Por qué este trabajo significa un paso más allá?

-Porque he cruzado una línea; la de volcar todo lo que tengo dentro. Siempre he escrito desde el desgarro, pero siempre había llegado a la capa de las vivencias, de las historias, del artista, del viaje... Pero en este disco hay un trabajo de introspección que incluso me llegó a dar miedo porque hablaba desde lo más profundo. Estoy en un momento en el que a nivel personal he llegado a lo más profundo. Me he conocido mucho más. Y esta introspección, en vez de ser un problema, cuando escribí El patio, por ejemplo, me di cuenta de que era una ventaja para llegar a más gente, porque no habla un hombre, no habla un músico, ni un malagueño, ni un tipo de 33 años. Habla un ser humano, con todo lo que los seres humanos tienen en común.

-¿A quién o a qué le grita que se marche en El patio ?

-Al miedo. Le grito a todo lo que no me permite ser libre ni explicarme cómo soy. A lo que no me permite quererme a mí mismo para poder querer a los demás. Es una canción muy candidata a ser interpretada de diferentes maneras con el paso del tiempo. Quizá dentro de quince años la estaré cantando a otra cosa.

-¿Ha sido el miedo algo paralizador, lo que no le dejaba profundizar a nivel personal?

-Sí. Quizá era el miedo a conocerme a mí mismo y aceptarme como soy, con mis carencias y mis virtudes. Puede que por eso esa puerta estaba tan cerrada.

-¿Hacia dónde le ha llevado ese viaje? ¿Qué ha descubierto de sí mismo que desconocía?

-Que soy más valiente de lo que creía. Pero también soy más pequeño y más torpe. También me di cuenta de que muchas veces estaba en lugares y situaciones, geográfica y emocionalmente, en las que no quería y en las que estaba por miedo a decepcionar. Y lo que hacía era, en vez de contentar a todo el mundo, dejar a mucha gente indiferente.

-¿Grabar en los estudios Abbey Road ha sido un sueño cumplido?

-Por supuesto. Estoy orgulloso de que cuando llegué ya sabía muy bien lo que tenía que hacer. Desde que pisé el estudio a las diez de la mañana, me concentré en lo que tenía que hacer y no pensar en que estaba tocando el piano con el que se grabó el Ziggy Stardust de Bowie, o que el suelo que estaba pisando era en el que Gilmour imaginó lo que sería The Dark Side of the Moon. No quise pensar en eso para no quedarme paralizado. Me dije: "No vengas a visitar Abbey Road. Haz que Abbey Road siga teniendo sentido". Y aunque suene grandilocuente, todo el tiempo que estuve me dediqué a hacer música. Y al acabar me senté en el suelo y me eché a llorar. Porque los guionistas que están escribiendo la película de mi vida se están pasando un poco.

-¿Hay muchas lágrimas detrás de Camino, fuego y libertad ?

-De todo tipo. Hay lágrimas de descojone, de lo bien que me lo estoy pasando y lo bien que lo voy a pasar, y lágrimas de dolor de verdad y de rabia ante preguntas que la vida no te responde.

-¿Ha titulado la gira Santa libertad para reivindicar alguna creencia religiosa?

-No. No profeso ningún credo. Los respeto al máximo, pero no profeso ningún credo más que el de la naturaleza. Si tuviera que hablar de santidad se la atribuiría al único dios que conozco, que es la Naturaleza.

-Si uno está atento a las noticias, parece que vivimos entre reivindicaciones nacionalistas y actos terroristas. ¿No le dan ganas de mudarse de planeta?

-Bueno, iría por partes. Estas guerras sociales y fratricidas que estamos teniendo por aquí cerquita me dan mucha pena. Porque están ganando los mediocres y faltos de talento. Cataluña es un lugar que amo hasta la locura. No solo el sitio sino también a su gente, que se parecen más a nosotros, a los malagueños, que a los de otros sitios. Pero creo que el afán de discutir vestido en una bandera es una derrota de facto. Nadie puede ganar una discusión si viene vestido con una bandera. Y respecto al terrorismo, el que más me preocupa es el terrorismo geopolítico que practican los estados. Me preocupa más el terrorismo que se hace desde la Casa Blanca, Downing Street, la Moncloa o los Campos Elíseos, que el que practica un estúpido en mitad de una ciudad tan libre como Nueva York. Ambos terrorismos son tan absurdos como peligrosos y extremos.