Tras varios minutos de proyecciones de imágenes acompañadas de música épica, el legendario alpinista César Pérez de Tudela compareció en la sala del Club FARO repleta de público que asistió durante una hora y media al relato de sus visicitudes en la montaña. Decenas de anécdotas cargadas de humor y también otras más tristes como la pérdida de su mujer en una expedición y de muchos amigos, y también dos infartos y el cáncer que ha superado para continuar, a sus 77 años, escalando.

"Soy un alpinista antiguo. He escrito, vivido, narrado, sufrido y me he llevado la enorme alegría de las cimas pero no he subido ningún 8.000 y hoy en día si no lo haces eres un mucho menos. Pero bueno, yo soy un mucho menos", aseveró Pérez Tudela en la conferencia organizada dentro de la programación especial por el 75 aniversario del Club de Montañeiros Celtas.

No fue la única de las reivindicaciones del también abogado y periodista por los inicios y la pureza de la que ha convertido en su vida y su pasión, con 35 libros y decenas de cimas de montañas alcanzadas a lo largo de todo el mundo durante la charla "Sesenta años de escaladas. Memorias de un alpinista".

"Estoy muy contento porque yo tenía que haber muerto hace muchos años. Honradamente creo que me he muerto en repetidas ocasiones pero sigo vivo y muy contento y orgulloso de mí mismo", manifestó Pérez de Tudela, que acompañó su intervención con numerosas fotografías que mostraron el ascenso de inóspitas montañas entre la nieve, en la jungla y en medio del desierto y también de volcanes -su objetivo es culminar su ascenso de trece volcanes-, de portadas de publicaciones e imágenes junto a otras leyendas del alpinismo y figuras como el rey emérito Juan Carlos I o el actual monarca, Felipe VI., de niño y también de adulto. "Tuve el honor de ser el profesor de aire libre, montaña y supervivencia del príncipe... en los jardines de la Zarzuela", ironizó el escalador.

Durante el relato de sus múltiples vivencias a lo largo de sesenta años, Pérez de Tudela, que se definió a sí mismo como "explorador", justificó que no haya rebasado ninguna de las grandes cumbres de más de 8.000 metros pese a intentar en varias ocasiones la cumbre del Everest, donde sufrió su primer infarto en la década de los noventa. Años después volvió a intentarlo pero se dio cuenta de que "era el más mayor de los que estábamos allí, entre ellos mi hijo Bruno, y me di cuenta de que podría morir. Así que me retiré".

Pese a ello, hizo hincapié en la importancia de las hazañas que le llevaron a escalar el Eiger y Cervino, la travesía Elbrus, el Aconcagua, Kilimanjaro, Travesía Andes en solitario, Mc Kinley, volcanes de Virunga, volcán Sangay, Cayambe, Cotopaxi y otras tantas cimas por todo el planeta cayendo por precipicios de 300 metros, colgado en una cornisa durante días, asistiendo a explosiones de volcanes y, además de los dos infartos, sufriendo congelaciones por las que estuvo a punto de perder los pies y la nariz. "Me los salvó el doctor Martorell, estuve ingresado dos meses por los pies y cuando lo llamé por la nariz me dijo que no se podía recuperar y cuando ya había elegido una muy mona para que me la pusieran se me cayeron las costras y allí estaba la mía", relató Pérez de Tudela, que hizo gala de un enorme sentido del humor arrancando incluso carcajadas al entregado auditorio.

"Aún me asusto al pensar cuando hice el Eiger a finales de los sesenta, la escalada más trágica y difícil de la tierra donde otros grandes habían muerto por agotamiento y por caídas", explicó el alpinista, que recordó que en muchas de las expediciones estaba solo "con mi saco, mi hornillo y mi cuerda". "Cuando llegaba a la cima el mérito era mío al 85 o al 90 por ciento pero ahora los sherpas han puesto cuerdas, las huellas... ¿de quién es el mérito ahora? ¿De los sherpas o del escalador? Ahora ha cambiado mucho y lo que importa es ser el primero en llegar, el que más ochomiles hace, el más rápido... pero yo sigo abogando por el montañismo clásico, la importancia de la llegada la cumbre, a mí me gusta la exploración o la reexploración de las montañas menos conocidas a las que no ha ido nadie en años", manifestó.

"El alpinismo es una actividad única porque es una peregrinación que te obliga a pensar, a arrepentirte de tus pecados... escalar es como la vida, una escuela de la vida, una superación del cansancio", aseveró el rofesor de la Federación Española de Montaña que asimismo ha colaborado en decenas de rescates y ha impartido instrucción a las fuerzas de seguridad para poder realizarlos a cabo en las mejores condiciones.