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Una tragedia de niño para toda la vida

-Psicólogos rompen la creencia popular de que los traumas a corta edad son olvidados - Aseguran que hay que vigilar la reacción del pequeño de Elda ahora y de adolescente

Pancartas y mensajes en la verja del colegio en Elda donde tuvo lugar el asesinato de una madre. // Efe

El asesinato a tiros de una mujer en Elda (Alicante) perpetrado por su expareja ante el hijo de ambos, de tres años de edad y a la salida del colegio, ha abierto muchas preguntas sobre si este asesinato se podría haber evitado. También ha invitado a la reflexión sobre cómo afectará al niño el haber presenciado este traumático suceso. El psicólogo José Ramón García Gómez, del Grupo de Intervención Psicolóxica en Emerxencias e Catástrofes, rompe con la creencia popular de que el hijo, al ser tan pequeño, olvidará el acontecimiento. "No es cierto, en absoluto. El niño guardará este recuerdo de experiencia traumática. Está demostrado científicamente", señala.

"Es muy probable que, con esta edad (tres años), no tenga conciencia aún de lo que es la muerte. Pero eso es peor, porque no lo espera. La figura paterna y materna deben ser protectoras. Eso no ha ocurrido en este caso. Seguramente, le dejará alguna huella traumática. Puede ser que esta no aparezca en los días posteriores pero sí después llorando mucho, sintiendo rabia o, incluso, culpabilidad", añade García Gómez, que también forma parte del Programa de Atención a Vítimas de Violencia de Xénero de la Xunta de Galicia y el Colexio Oficial de Psicoloxía de Galicia. Para apuntalar su tesis, recuerda que, en el caso de Elda, fue el propio pequeño el que fue a pedir ayuda tras los disparos porque sabía que le habían hecho daño a su madre.

A pesar de que la situación traumática le esté agujereando el alma es posible que, en los próximos días, actúe como si no hubiera pasado nada cuando "realmente sí está pasando. Eso sucede porque los niños tienen una forma diferente a los adultos de asimilarlo".

Pistas de la alteración pueden venir por dejar de controlar los esfínteres y otras acciones de una conducta reversiva (es decir, volver a hacer cosas que hacía de más niño y que ya había superado). En el colegio, también podría tener rabietas, rebeliones, que antes no experimentaba. El ourensano José Ramón García menciona también "problemas de sueño, pérdida del apetito, agotamiento, cansancio, dolores de cabeza. Estos se pueden dar a partir de varias semanas después", por lo que los profesores y los familiares deberían estar atentos para identificar estos signos.

Con el paso de los años, la huella persistirá en mayor o menor medida. "Al llegar a la adolescencia y la edad adulta, tendrá recuerdos y se hará preguntas. Dependiendo de cómo lo encauce, se podría originar algún tripo de trastorno", aunque recalca que no tienen por qué ocurrir si se realiza un buen trabajo desde la casa y el colegio con él.

"No lo va a olvidar", pero el fin es "minimizar las secuelas. Hemos tenido situaciones parecidas y, en ellas, hay que hablar con el niño tratándolo como un tema excepcional". Al mismo tiempo, hay que saber que hay personas resilientes, que van a integrar ese suceso traumático en sus coordenadas vitales y psicológicas sin quedar ancladas.

En cualquier caso, el papel de los familiares que se encarguen de su cuidado es clave, ya que deberán atender a sus preguntas y dudas y aclararle sentimientos como el de culpabilidad. "Seguramente, se llegará a preguntar por qué ocurrió eso, qué hizo él mal para que pasase", añade el psicólogo gallego.

Al igual que en Elda, donde el pequeño y los niños del colegio, recibieron atención psicológica de inmediato, el protocolo establecido por la Xunta establece una primera actuación y atención a través del servicio 112.

En el estudio "Intervención con niños y niñas huérfanos por violencia de género (de 0 a 6 años)", de Raquel Castro Cavero y Mercedes López Díez -recogido en la publicación I ntervención Psicológica en Menores Expuestos a la Violencia de Género del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid-, señala que "los huérfanos de violencia de género, normalmente, experimentan miedo a un nuevo abandono o desaparición de una figura de referencia; por eso, necesitan mensajes de seguridad, de que todo está bien", al tiempo que aconsejan "recuperar cuanto antes las rutinas y actividades cotidianas (...) para garantizarle la mayor estabilidad posible".

Añaden que "en estos menores, el silencio suele instalarse desde el momento en que reciben la noticia", y advierten del "riesgo" de que el fallecimiento de la madre asesinada se convierta en un "tema tabú en la familia". Para estas autoras, "es necesario que, para que el niño siga recordando a su madre y queriéndola, tenga la posibilidad de recuperar algún objeto simbólico".

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