El voluntario está hecho de otra pasta, aunque este no lo crea así. En un mundo cada vez más egocéntrico e individualista, consumido por las prisas y la imagen no deja de sorprender que alguien decida apearse de esa vorágine para dedicar parte de su tiempo a ayudar a desconocidos. Y sin recibir nada a cambio. Aunque esto, al parecer, tampoco es del todo cierto porque si hay una idea que repiten todos los voluntarios es que reciben más de lo que aportan.

Asdegal reconoció ayer públicamente su labor a los 27 voluntarios que llevan cinco años o más comprometidos con el objetivo, la misión y los valores de la ONG, que trabaja con personas que padecen situaciones desfavorables a causa de sus circunstancias económicas, edad, salud, soledad, marginación o exclusión social.

María José Menéndez tiene 80 años y colabora desde hace cinco con Asdegal. Sus últimos veintidós años de actividad profesional estuvieron vinculados con el tercer sector. "Trabajé con marginados sociales y con personas con problemas de drogadicción y aprendí mucho de ellos. Aprendí a ser más humilde porque esas personas podía ser yo o cualquier miembro de mi familia", explica. Su última ocupación fue como directora gerente de la asociación Alborada. "Creo que mientras Dios me dé salud seguiré ayudando a quienes lo necesitan porque es estupendo. Mi vida es muy rica a través de los demás", afirma María José.

En Asdegal, acompaña a personas mayores a las consultas médicas o simplemente, les hace compañía. "Esa sonrisa, esa mirada con la que te corresponden por nada, por dedicarles un poquito de tu tiempo. es muy gratificante y te ayuda a vivir mejor. Yo recibo mucho más de lo que doy. Soy feliz ayudando a los demás. Yo no digo que estoy jubilada; yo estoy jubilosa", afirma esta viguesa.

María González tiene 30 años y colabora como voluntaria en esta ONG desde que acabó sus estudios y estaba en paro. "Empecé ayudando en trámites administrativos y luego comencé a elaborar el boletín trimestral de la organización y a trabajar también con niños", explica. Hace unos meses, encontró su primer empleo, como administrativa en una notaría. Sin embargo, continúa colaborando con Asdegal como mínimo dos horas a la semana. "Soy como un comodín. Estoy para lo que me necesiten y me encanta. El voluntariado engancha", afirma.

María asegura que participar en una organización de este tipo le enriquece como persona y le divierte. "Aprendo mucho de los niños y me lo paso pipa. Y de las personas mayores también, porque tienen tantas cosas que contar, tanta sabiduría...", confiesa.

Pepe Verde tiene 64 años y da clases a adultos en riesgo de exclusión social, la mayoría de ellos, emigrantes. Además de las materias en ciencias sociales, les enseña lenguaje corporal, esto es, a que sepan estar en diferentes situaciones sociales, desde una visita al médico o al asistente social hasta una entrevista de trabajo. Economista de profesión, la crisis prejubiló a este vigués "demasiado pronto", se lamenta, por lo que comenzó pronto comenzó a plantearse qué hacer con todo ese tiempo libre que tenía. Podía haberse buscado cualquier afición, pero prefirió el voluntariado. "La enseñanza siempre fue algo que le apasionó, aunque nunca me dediqué a ella. Comencé dando clases a niños con dificultades hasta que me di cuenta de que las dificultades las tienen las familias y no los niños, y por eso me especialicé en la formación de adultos", explica.

Aunque el voluntariado no llegó hasta que se prejubiló, siempre tuvo vocación de servicio a los demás. De hecho, estuvo nueve años en la APA del colegio Rosalía de Castro y "jugueteó" con la política en "sus tiempos mozos", aunque esto último no le satisfizo mucho, confiesa.

Pepe asegura que su mayor recompensa es enseñar y descubrir que ha abierto las puertas a la cultura a otra persona. "Que una persona aprenda a leer y descubra el placer de la lectura ya me satisface", reconoce.

Ni María José ni María ni Pepe se creen merecedores del reconocimiento que ayer recibieron, junto con otros 24 voluntarios de Asdegal. Hoy, tras el homenaje, continuarán acompañando a personas mayores que viven solas, alfabetizando a adultos y acompañando a menores en peligro de exclusión social. Y lo harán sin reclamar nada a cambio.

María González | 30 años

"El voluntariado engancha. Yo aprendo mucho y me lo paso pipa"

Pepe Verde | 64 años

"Que una persona aprenda a leer y descubra el placer de la lectura motiva"

Mª José Menéndez | 80 años

"Yo soy feliz colaborando. Mi vida es muy rica a través de los demás"