Un diagnóstico de cáncer es un mazazo. Para una mujer diagnosticada de cáncer de mama supone, además, un fuerte impacto en su imagen corporal -caída de pelo, pérdida o aumento de peso, cicatrices, pérdida de la mama-, que puede provocar problemas de inseguridad y falta de autoestima. A este impacto físico, pueden sumarse también efectos en los planos afectivo, social, laboral y económico. Según la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) hay casi 27.000 casos nuevos de cáncer de mama cada año en España, donde hay más de 100.000 mujeres diagnosticadas. Es el cáncer más frecuente en mujeres, con una tasa de curación a los cinco años superior al 85%.

Con motivo del Día Mundial contra el Cáncer, que se celebra hoy, la AECC vestirá las calles de rosa, color que simboliza ya la lucha contra este tumor. La junta local de Vigo instalará una mesa informativa en el entorno de la farola de Urzaiz, en la que durante toda la jornada voluntarias y personal de esta asociación ofrecerán información y donde podrán adquirise distintos artículos para colaborar con el programa "Mucho por vivir", por el que pasaron el pasado año 87 mujeres.

"Se trata de un programa integral cuyo fin es conseguir una buena adaptación a la enfermedad y a los tratamientos, e intentar mejorar la calidad de vida, tanto de las mujeres diagnosticadas como de sus familias, porque estas quedan muchas veces en un segundo plano y también necesitan pautas sobre cómo manejar la situación", explica Cristina Alonso, una de las psicólogas de AECC Vigo.

Atender el día a día

Entre los servicios de este programa, se encuentra la atención psicológica, que se presta a lo largo de todo el proceso que dura la enfermedad. "Lo que tratamos son las reacciones emocionales y los problemas que pueden derivarse del proceso de enfermedad, como la ansiedad, la depresión, y ayudar en el día a día de la persona, ya que también surgen otros problemas importantes: de pareja, de comunicación... Y a mayores, asesoramos ante el diagnóstico, los tratamientos y la toma de decisiones", explica.

En el plano social, "Mucho por vivir" ayuda a la usuaria en la búsqueda de recursos sociales como ayudas económicas, gestiona incapacidades, ofrece cursos de inserción laboral e incluso tiene un servicio de préstamo de prótesis y de pelucas, además de actividades de ocio y tiempo libre.

Otra pata de este programa es el voluntariado testimonial, en el que mujeres que ya han pasado por la enfermedad comparten su experiencia con mujeres que están pasando por esa misma situación. "No podemos generalizar y pensar que porque una persona haya pasado por una situación, la otra vaya a pasarla de igual manera. La voluntaria intenta orientar sobre cómo es el proceso porque, al final, quien mejor te entiende es quien ha pasado por el mismo problema. Por eso entre ellas surge una gran empatía", afirma.

Esta ayuda puede necesitarse en cualquier momento del proceso, ya que cada fase de la enfermedad es diferente y puede despertar dudas e incertidumbre. "El momento del diagnóstico es muy duro porque es algo inesperado y que va a suponer un cambio importante en la vida de la persona, por lo que hay que movilizar todos los recursos. Y durante el tratamiento también, porque es largo, difícil, y suele ir asociado a cambios de ánimo, miedos, y problemas de autoestima e inseguridad causados por el cambio corporal, por ejemplo", explica.

Y e n todo este viaje, el apoyo de familia y amigos es fundamental. Por ello, es importante que sepan manejar la situación. "A veces se impone, en vez de preguntar que le apetece hacer al enfermo", asegura Alonso, que añade que tener sentimientos de rabia, impotencia o angustia en determinados momentos es normal. "También hay que permitirse a uno mismo encontrarse mal. Es parte del proceso", afirma.