Una alimentación sana y acabar con el sedentarismo son claves para reducir el riesgo de desarrollar enfermedades como el cáncer y también para luchar contra él, ya que los alimentos pueden favorecer los tratamientos así como minimizar sus efectos secundarios. Es lo que se conoce como nutrición celular activa o nutrición inteligente, que se basa en el poder terapéutico de los alimentos y en su capacidad para proteger frente a la predisposición genética.

Sin embargo, este potencial no se tiene en cuenta en las unidades oncológicas, según la doctora en Farmacia y experta en Nutrición Yolanda Albelda, que mañana impartirá un taller sobre "Nutrición, importancia antes, durante y después del cáncer" en el Hospital la Rosalera de Santiago, dentro del Mes de Sensibilización sobre el Cáncer de Mama y del Día Mundial del Cáncer de Mama, que se celebra el 19 de octubre.

"Cada vez hay más estudios científicos que evidencian la relación directa entre el consumo de determinados alimentos y el cáncer. Se considera que un 30% de los casos de cáncer de vías respiratorias y estómago está causado por el tabaco; otro 35% está distribuido entre genética, virus, contaminación ambiental, tóxicos alimenticios y exposición solar; y el otro 35%, a la alimentación", advierte la experta.

La especialista sostiene que las unidades de oncología deberían tener una unidad de apoyo de nutrición. "La mayoría de los pacientes oncológicos desconocen que con una corrección alimentaria y unas pautas suplementarias pueden pueden ayudar a su organismo a combatir las células cancerosas, reducir los efectos secundarios de la quimio y de la radioterapia y prevenir una recidiva. Hay que empezar a prohibir ciertos productos y a potenciar otros", dice.

El consumo de leche animal en edad adulta, especialmente de vaca, comer mucha carne de ternera y el azúcar, así como prescindir de la fruta, la verdura y las legumbres favorece la aparición de cáncer, según Albelda. Pero no solo el tipo de alimento determina la salud. También la forma de ingerirlos, un término sobre el que se tienen que ser especialmente cuidadosos los enfermos oncológicos. Albelda aboga por una alimentación ecológica y por incorporar a la dieta al menos un 35% de alimentos crudos, y en el otro 65% restante, mejor cocido, al vapor o a la plancha que frito, y evitar las altas temperaturas en el horno, a la brasa y a la barbacoa, es decir, que la preparación de los alimentos no supere los 120º.

En cuanto a la fruta, recomienda comerla entera, no en zumo, ya que los azúcares se asimilan más deprisa cuando se ingiere exprimida, y en el caso de las personas en tratamiento oncológico, recomienda moderar su consumo, ya que el azúcar es una de las cosas que más les gusta a las células cancerosas. Dentro de las frutas, la especialista recomienda a los enfermos de cáncer reducir la ingesta de manzana, melocotón y naranja, y sustituirla por otras como el limón y el pomelo, la sandía, la granada, el níspero, la mandarina, el caqui, la pera, el melón y los frutos rojos como los arándalos.