El telescopio espacial James Webb, una iniciativa conjunta de la NASA, la Agencia Espacial Europea (ESA) y la Agencia Espacial Canadiense (CSA), estudiará el origen de las galaxias, las estrellas y hasta de la vida, a partir de 2019, fecha en que se producirá su lanzamiento al espacio.

Entre sus objetivos se encuentran el estudio de las primeras galaxias y su evolución, el nacimiento de las estrellas y sus sistemas protoplanetarios y la aparición de sistemas planetarios, además del origen de la vida.

Este observatorio orbital será el más grande que se va a lanzar al espacio, con un escudo solar del tamaño de una pista de tenis y un espejo segmentado de 6,5 metros de diámetro. Estas dimensiones permitirán la observación de objetos muy lejanos y de pequeño tamaño en el infrarrojo, ya que esta longitud de onda permite 'viajar en el tiempo'. De este modo, ofrecerá observaciones complementarias a las del telescopio Hubble, que trabaja en luz visible. "El infrarrojo nos permite ver más lejos. La luz que viene de las primeras galaxias es muy lejana y, como el universo está en expansión, la luz de esas galaxias está en el infrarrojo", ha explicado la científica de proyecto de la ESA en James Webb, Catarina Alves.

Para ello, contará con cuatro instrumentos, tres de infrarrojo cercano y uno mediano, y dos de ellos han contado con participación europea, NIRSpec (de fabricación enteramente europea) y MIRI (dividido al 50% entre la NASA y la ESA).