Las últimas pruebas con misiles del régimen de Kim Jong-un en Corea del Norte y su escalada en la carrera nuclear han disparado la preocupación de la comunidad internacional. Si Pyongyang ha usado tradicionalmente su poder atómico como arma de negociación, el desarrollo de misiles intercontinentales y la posibilidad de que haya logrado miniaturizar la bomba atómica sitúan la amenaza un paso más allá.

Paralelamente, la tensión se ha recalentado con los mensajes que Kim Jong-un ha dirigido a Estados Unidos y no parece rebajarse con las respuestas de Donald Trump.

Pero, ¿cómo es la vida cotidiana en esta dictadura hermética que se define como socialista y marxista-leninista? La información sobre el día a día en Corea del Norte es escasa y llega casi siempre filtrada por el régimen, que muestra y oculta realidades según sus intereses.

Con la llegada al poder de Kim Jong-un, el país parece haber dejado atrás episodios como los de la hambruna que asoló el país entre 1995 a 1998. Entonces, el régimen informó de la muerte de 220.000 personas por la escasez de alimentos, una cifra que algunos organismos han elevado hasta tres millones.

Hoy, al menos en Pyongyang, se han levantado modernos rascacielos y algunos espacios de ocio que intentan imitar cierto estilo occidental y es habitual ver en la calle a personas portando modernos smartphones. Sin embargo no existe un acceso libre a internet y los ciudadanos solo pueden navegar por una especie de intranet de sitios web limitados.

En la calle surgen cada vez más tiendas bien abastecidas, aunque muy lejos de la oferta de productos de los países occidentales. El régimen ha relajado el estatismo estricto para permitir ciertos negocios con incentivos al estilo de China en los años 1980 mientras se tolera hasta cierto punto la economía sumergida.

En el libro 'North Korea: State of Paranoia' ('Corea del Norte: Estado de Paranoia'), publicado en 2014, el autor, Paul French, describía la mínima apertura interna de un régimen que permanece cerrado sobre sí mismo.

Por ejemplo, respecto a la forma de vestir de los norcoreanos. "Las cosas se han relajado un poco, con colores brillantes ahora permitidos", escribe respecto a los cambios en la moda. Según explica French, en el día a día los cortes en el suministro eléctrico son habituales, y eso supone un problema grave en la capital, donde muchos edificios superan las 20 plantas, al paralizar los ascensores, fundamentales para que las personas mayores o con problemas de movilidad puedan desplazarse.

Del trabajo a casa

En muchos trabajos, la jornada comienza con una sesión de lectura y ejercicios físicos. La lectura incluye el editorial del diario del partido único. Los niños, mientras tanto, alternan los ejercicios con canciones del régimen cuando llegan a la escuela, según French.

Corea del Norte

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En las empresas estatales se para una hora para comer y al salir del trabajo no existen grandes opciones de ocio. Los problemas con el suministro eléctrico hacen que a las 8 de la tarde la mayor parte de la población esté ya en casa y a las 10 de la noche en la cama.

Las vacaciones no existen prácticamente, a excepción de algunos días en torno al cumpleaños de Kim Jong-il o Kim Il-sung y otras fiestas de las efemérides del régimen.

Suki Kim, una periodista "infiltrada"

Otro testimonio de primera mano es el de la periodista estadounidense nacida en Corea del Sur Suki Kim, que en 2011 consiguió un trabajo como profesora de inglés en una universidad privada de Pyongyang. En 2015 narró su experiencia en el libro 'Sin ti, no hay nosotros: Una infiltrada entre la élite de Corea del Norte'.

Como explicó a BBC Mundo el pasado mes de agosto, "el control en el país es algo increíble. Controlan cada aspecto de la vida". La religión no está permitida y hacer proselitismo está castigado con la pena de muerte. Sin embargo, la iglesia evangélica sí está instalada y se encarga de la formación universitaria de la élite del país en Pyongyang.

En la educación, quienes acceden a la universidad son generalmente los hijos de los funcionarios del partido. Pero son los cuadros del estado los que decide por los alumnos la carrera que estudiarán, el centro y otras actividades.

La periodista describe un país en el que en 2011 muchos estudiantes no había oído aún hablar de internet y no tenían información sobre lo que ocurría fuera de su país. Según Kim, no sabían ni qué era la Torre Eiffel.

Gran parte de la información que reciben a través del único canal de televisión, del periódico del régimen o a través de sus estudios se refería solo al "Gran Líder" del país.

En las pocas ocasiones en las que Kim pudo salir de la capital, en excursiones siempre planificadas, apreció una población "más pequeña" y que parecía malnutrida