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Al final del laberinto

Óscar Pereiro conoció hace una década el fallo de la agencia americana independiente que lo confirmaba como campeón del Tour de 2006 a causa del positivo de Landis

La noticia publicada en FARO hace diez años.

El teléfono de Óscar Pereiro sonó tal día como ayer hace diez años; un periodista, de los que solían llamar con frecuencia. Pereiro, sociable y consciente del peso de la publicidad en su deporte, se había acostumbrado desde joven a atender a todos con amabilidad. Lo siguió haciendo, pese al agobio, tras aquel verano en que volvió a casa siendo segundo del Tour e inmediatamente posible primero a causa del positivo de Floyd Landis. Catorce meses de interrogantes, noticias, hipótesis y un intrincado proceso burocrático que en ese mismo instante, al descolgar, llegaba a su fin o al menos a una resolución firme.

- Óscar, ya han dicho que has ganado el Tour.

"Me enteré por la prensa", confirma Pereiro. "No tuve ninguna llamada oficial de la UCI (Unión de Ciclista Internacional) ni de nadie. Después sí, desde el equipo (Caisse D'Epargne) me contaron cómo se iba a hacer la cosa".

Así es la extraordinaria aventura que Óscar Pereiro protagonizó en el 93º Tour de Francia. Tan inesperada como la escapada de la decimotercera etapa que le proporcionó el maillot amarillo, convirtiendo a un especialista de emboscadas en candidato al triunfo. Tan épica como la contrarreloj de la decimonovena etapa, cuando perdió el liderato a manos de Landis a pesar de dejarse el alma en cada pedalada. Tan compleja que ni siquiera sabe qué efeméride conmemorar: el paseo por París del 23 de julio de 2006, feliz junto a su amigo norteamericano, ignorando lo que se avecinaba; la noticia del positivo de Landis el día 27 de ese mes; la ceremonia que el Tour le organizó como desagravio en la sede del Consejo Superior de Deportes el 15 de octubre de 2007. Poco antes, el 21 de septiembre, todo había quedado certificado. Landis, que había llegado a pretextar unos vasos de güisqui como causa de la presencia anormal de testosterona en su orina, había decidido someterse al arbitraje de una agencia americana independiente. Su fallo confirmó el positivo. La UCI y el director general del Tour, Christian Prudhomme, tardaron escasos minutos en proclamar campeón a Pereiro. "Fue la conclusión de algo que me descentraba, que no me dejaba hacer lo que tenía que hacer cada día", recuerda el mosense. Así que su sensación "fue más de liberación que otra cosa. De celebración, la verdad es que no".

No me pueden devolver el podio de París", había comentado en numerosas ocasiones; la foto que jamás se hizo, con su hijo en brazos un escalón más arriba y de amarillo. Hoy su perspectiva ha variado: "Cuando surgió la noticia, en las primeras semanas, sí que hablaba con compañeros cómo habría sido entrar todos juntos, los detalles, la fiesta? Como se alargó todo en el tiempo, acabó siendo un dolor de cabeza", confiesa. "Estaba muy cansado de la palabra 'virtual', de estar todos los días en prensa, de declaraciones, de preguntas para las que yo no tenía respuesta. Cosas ajenas a mí. Yo era un actor secundario de una película que se había formado". Admite: "Es verdad que en cada Tour de Francia que veo en la tele pienso qué bonito habría sido entrar en París de líder. Pero hay que pasar página. Por mucho que me duela la cabeza de pensarlo, no lo voy a cambiar. Hay que asumir que sucedió así".

La victoria en el Tour de 2006, aunque en diferido, fue su culmen y en cierto modo su ocaso pese a su edad (nacido el 3 de agosto de 1977). Pereiro, que había ganado una etapa y el premio a la combatividad en 2005, jamás pudo volver a practicar el ciclismo de guerrilla que le entusiasmaba. A partir de entonces se convirtió en una rueda a vigilar. En 2008 un grave accidente le tronzaría el brazo. Se retiró en 2010, en las filas del Astana. "Muchas veces piensas qué significa a nivel positivo y negativo todo esto", reflexiona. "Ese proceso, durante tanto tiempo, te enturbia un poco, te distrae a la hora de entrenar, de seguir sufriendo? Y yo era un ciclista con una manera de correr que ahora tenía el calificativo de poder ganar una gran vuelta. Parte de esa locura que yo tenía se había acabado. Ya no lo puedes hacer. Pero nunca podré decir que fue negativo lo que pasó; sería de locos decir que no querría vivirlo otra vez".

En el tiempo que ha transcurrido desde que se bajó de la bici como profesional, Pereiro ha jugado al fútbol, ha regentado una tienda de ropa, ha dado conferencias, ha sido y es comentarista deportivo.... Sigue acumulando experiencias: "Tienes que reinventarte e ir por caminos que te gusten. Con 30 años crees que se ha acabado tu vida laboral, pero tienes que seguir por necesidad, aburrimiento y obligación. Y ser ganador del Tour te abre una abanico de ofertas de trabajo que tienen que ver con el deporte.¿Qué será de mí dentro de diez años? Yo no tengo una profesión fija, no puedo decirlo. Pero a día de hoy estoy haciendo un montón de cosas y evidentemente gracias a mi pasado como ciclista", indica, resolviendo a su favor la cuenta del laberinto.

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