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Sara Menéndez: "La ciencia es machista, vivimos en un mundo por y para hombres"

"El feminismo está en boca de todos, pero no parece que los jóvenes pidan posturas más igualitarias"

La psicóloga Sara Méndez Espina.

Sara Menéndez Espina se licenció en el año 2012 en Psicología y desde 2014 es miembro del grupo Workforall, un proyecto de investigación sobre la salud mental en personas en situación de precariedad laboral. Actualmente, y desde hace tres años, se encuentra desarrollando una tesis doctoral sobre "La salud mental en mujeres en situación de precariedad laboral", que terminará el año que viene.

- ¿Por qué el punto de vista femenino del estudio sobre la precariedad laboral?

-Porque nosotras somos las más afectadas y no se suelen hacer estudios desde el punto de vista femenino. En Workforall el sujeto trabajador es un ente abstracto, es decir, no se tienen en cuenta las diferencias de género. Hombres y mujeres tenemos problemas y necesitamos soluciones diferentes y por eso decidí abordar este punto de vista.

-En las universidades públicas españolas apenas un 21% de mujeres están ocupando una cátedra, y solo tres ostentan el cargo de rectoras. ¿Cómo es ser científica en un sector de hombres?

-Si quieres dedicarte a la investigación no hay problema porque no hay una gran diferencia de género. El problema son los puestos de mayor responsabilidad como cátedras o rectorías, donde hay muy pocas mujeres.

-¿Por qué?

-Al igual que en el resto de trabajos, la causa más común es la dificultad de compatibilizar cuando hay que hacerse cargo de la labor doméstica familiar. Yo tengo una compañera con hijos y, aunque se puede, su trabajo se ralentiza mucho.

-¿Es la ciencia machista?

-Sí, es machista porque todo es machista. Al final, como todo, está influenciada por una sociedad que fue construida por y para los hombres.

-Según datos de 2016, en España el cuidado de los niños y ancianos lo asumen el 13,1% de las mujeres frente al 1,9% de los hombres, ¿cree que la mentalidad está cambiando en los jóvenes?

-Hoy en día el feminismo está en boca de todos y suena mucho a raíz de movimientos sociales que han ido surgiendo en los últimos años. Sin embargo, y sin generalizar, no parece que los jóvenes fueran a pedir posturas más igualitarias si no fuera por el sonado discurso.

-¿Por qué?

-Llaman la atención algunas conductas adolescentes sorprendentemente machistas. Creíamos que estábamos avanzando pero no.

-¿Nada?

-Bueno, sí que se están dando pasos y tampoco se pueden desprestigiar los avances, pero aún hay mucho rechazo al discurso feminista. Muchos hombres aún pueden seguir tirando de tópicos como el de que las mujeres se tienen que quedar en casa porque están más acostumbradas a hacerlo o porque se les da mejor a ellas.

-¿Por esta falta de apoyo masculina ahora hay más mujeres que no quieren tener hijos?

-Sí, influye mucho y las mujeres no quieren asumir esa carga tan pronto como antes se hacía. Igualmente, yo no creo que exista ese instinto por el que todas las mujeres quieran tener hijos. Podemos preferir centrarnos en nuestra carrera profesional o, simplemente, no gustarnos los niños.

-¿Sigue siendo un ideal esa "supermujer" que tenía que estar siempre guapa, ser buena esposa, buena madre y buena profesional?

-Sigue existiendo en la realidad de muchas mujeres, pero socialmente hay una crítica mucho más explícita. Ahora ninguna campaña publicitaria se atrevería a utilizar el término. El discurso feminista está calando y muchos conceptos se van reconstruyendo.

-¿Cómo entiende usted el feminismo?

-Como un movimiento para alcanzar una igualdad de oportunidades. Una igualdad en la que no por ser hombre o mujer se te atribuyan y se naturalicen unos roles o comportamientos que te quitan libertades y oportunidades en la vida. El feminismo no es el machismo al revés ni la supremacía sobre el hombre, por supuesto.

-Para el feminismo, ¿qué es el trabajo doméstico?

-En los años setenta la sociedad llamaba a la mujer a realizar el trabajo doméstico y, más adelante, las mujeres lucharon contra eso porque querían también trabajar fuera del hogar. Ahora se ha visto la importancia social de este papel, cómo es una cuestión global que nos incumbe a todos y que no tiene que recaer sólo en una persona.

-¿Está integrado el hombre en la lucha feminista?

-Se habla mucho de esa sensación de los hombres de verse marginados del movimiento, aunque yo no creo que sea así. Lo que ocurre es que, aunque debamos ir juntos, no pueden ser líderes del movimiento. Tienen que ayudarnos y no ponernos trabas pero debemos conseguirlo nosotras.

-¿Por qué parece que en los países nórdicos hay más igualdad que en España?

-Al final seguramente sea un tema de educación y costumbres. Si allí los niños están acostumbrados a ver cómo sus padres se reparten las tareas en casa, es normal que sea tendencia después.

-¿Por qué en España eso ocurre menos?

-Los horarios y las jornadas de trabajo ayudan mucho. Allí, además, te puedes ir a tu casa si tu hijo se pone enfermo y tienes que cuidarle. Aquí, en España, a cualquiera le daría miedo no ir un día a trabajar por las consecuencias. Esas pequeñas cosas son muy importantes, ya no solo por la implicación familiar, sino por el bienestar emocional y en la salud. Eso se nota mucho.

-¿Cómo se imagina España dentro de cincuenta años?

-Creo que habremos avanzado y será, en buena parte, gracias a este constante hablar de feminismo. A pesar de la polémica que el discurso genera en muchos sentidos, a mí me fascina que nunca se deje de luchar, y eso tendrá sus consecuencias.

-¿Entonces todo cambiará a mejor para la mujer?

-Vivimos en un mundo marcado por la incertidumbre, pero yo tengo la confianza de que todo este ruido permitirá conseguir más políticas de igualdad y conciliación y que generará cambios positivos.

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