Las calles y jardines de Redondela vivieron durante la tarde y noche de ayer y la madrugada de hoy un festival de disfraces tan variopinto como lleno de color. El verde de las tortugas "ninja", el rosa de los albornoces de las modelos de "Victoria Secret", el amarillo de las abejas o los Minions, porque sí, por supuesto, había muchos Minions. Más de 25.000 personas se congregaron para celebrar una fiesta en alza que ha dejado hace tiempo de ser solo de invierno para plantarle cara al calor veraniego, y ayer más que nunca al marcar los termómetros en la zona más de 30 grados.

La vigésima edición del Carnaval del verano de Redondela volvió a inundar sus calles de hadas urbanas, sirenas fuera del mar, Los Picapiedra en el siglo XXI, payasos sin circo y un sin fin de personajes de lo más variado y original. Una de las fiestas más esperadas del año que a pesar de que las altas temperaturas mantuvo la afluencia de personas desde primeras horas de la tarde. Además, en el intento de sofocar el calor, los niños fueron los mejores parados, ya que ellos contaban con una zona especial con toboganes acuáticos.

Charangas por las calles, DJ por las esquinas y música en general animaron el día a todos los asistentes. Entre tanta gente, era difícil de establecer una frontera entre quién iba disfrazado y quién no, ya que no solo había trajes elaborados. Algunos grupos demostraron con sus indumentarias la dedicación de días de trabajo, otros participantes en la fiesta no se preocuparon tanto y acudieron vestidos de triatletas, con camisetas de futbolistas o jugadores de baloncesto. Quizás unos jóvenes con cintas blancas en la cabeza, que habían apoyado sus raquetas en un árbol, estaban disfrazados de tenistas. O los que con unos guantes de boxeo fingían enfrentarse eran un intento de boxeadores. Fronteras que se fueron desdibujando más con el paso de las horas. A pesar de que dicen que el tiempo todo lo cura, ésta no llegó a los disfraces que fueron perdiendo su identidad a lo largo del día. La noche se encargaría de separar todavía más la realidad de la ficción.

Muchos de los allí presentes extrajeron de nuestra historia y cultura popular ideas para sus disfraces. Piratas, vikingos, romanos, pitufos, Buzz Lightyear mucho antes de llegar al infinito y un número incontable de Mario Bros pasearon por la zona y bailaron al son de la música.

Grupos de todo tipo llegaron a Redondela. Desde los que se pusieron de acuerdo para vestir en sintonía y quienes se cargaron la coherencia espacio-temporal. Egipcios antiguos y soldados imperiales de Star Wars merendaron en el mismo planeta. Incluso pudo verse al Joker y a Batman caminando juntos tras superar sus problemas después de años de disputa.

Por supuesto, un clásico. Miles de hombres acudieron a la cita de mujer, lo cual puede parecer sencillo, o incluso poco original, pero siempre divertido para el resto de participantes.

Las mezclas tampoco faltaron a esta gran fiesta, ni en los vasos ni en los disfraces. Bailarinas con cola de gata, Pipi Calzaslargas y un sombrero de oso, además de socorristas en pantalón vaquero a pesar de las ganas de un baño en el agua del mar. Pero sobre todo lo que más se conjugaron fueron la música y la diversión.

Avanzaba la tarde y también el troncomóvil de la familia Picapiedra. No faltaba detalle. Volante de madera y hasta tela en el techo para cubrirse del sol y dejar descansar una guitarra española. La mascota se había bajado del carro. Dino estaba sofocado con su disfraz de franela abierto intentando resistir esos 30 grados de temperatura que había sobre el asfalto redondelano. Es por esto que muchos optaron por disfraces de lo más veraniego. Hawaianas y piñas se repetían para tratar de soportar el calor a la espera de que Georgie Damm hiciese su entrada a las 00.00 horas para disfrutar de sus éxitos veraniegos.

Otras personas no acudieron al carnaval con un disfraz, sino de uniforme y permitieron que la fiesta se llevase a cabo. Había incluso quien preguntaba al cuerpo de policía si eran reales. También los barrenderos, que fueron los últimos en aparecer y permitieron que la ciudad después de un largo día volviese a la normalidad hasta dentro de un año.