Germán Fandiño es productor musical. Tony Lomba, su álter ego sobre las tablas, ya es más difícil de explicar a los no iniciados. Lomba ama la puesta en escena, tiene más disfraces que Mortadelo. Es lo que llaman crooner, y un gran showman que, junto a su fiel compañero Elio Dos Santos, reinterpreta de forma gamberra temas de otros y también canta los suyos propios. No se pierde una. Le cantó a Feijoó, se presentó a las previas de Eurovisión y cantó su irónica parodia 'España, España, bandera, bandera', "radical, para ruborizar a los radicales", en la película 'Rey Gitano' de Juanma Bajo Ulloa y en el Festival de Cine de San Sebastián.

De verano favorito, elige 1986 porque inició horrible y terminó maravilloso, le robó la libertad en mayo y se la devolvió en agosto. Comenzó con su llamada a filas, "siendo un patán que había colgado tercero de BUP con 2 asignaturas".

"Con 19 años era un Rolling Stone español. Pisé mucho el acelerador, dejé incoherentemente los estudios (los retomaría 10 años después), e hice todo lo que no debe hacer un chaval de esa edad, buscando siempre el peligro y el límite", reconoce.

Le llamaron a Infantería de la Marina en Cartagena, después pasaría a Madrid. Estas experiencias le hicieron valorar la libertad.

"No sabía lo que era la cárcel hasta que hice la mili, para mí una de las mayores equivocaciones del ser humano". De los 43 días que estuvo haciendo el curso de Policía Naval en Madrid, 38 se los pasó arrestado. Le dejaban tan poco tiempo para ducharse que "no le llegaba el agua a las rodillas", por las noches hacían flexiones apoyando nudillos y puntas de los pies.

Después, ya en Cibeles, lo colocaron de escolta en el Cuartel General de la Armada, y ya vivía mejor. Podía salir a cualquier hora y empezó a disfrutar. "Estaba en un Guantánamo para occidentales, donde una persona está equivocada y tienes que obedecerla porque posee un rango superior. Después de lo que viví, Madrid me parecía Hollywood, con colegas diferentes a ti pero surrealistas (en plan bien). De repente, estás tomando una cerveza con el que le hace el sonido a los Chichos o los Chunguitos. La temperatura era horrible, pero te lo pasabas genial a cualquier hora, golfeando", recuerda Lomba.

"Actué dos veces en la cárcel y es muy duro. Solo entiendes lo que es la libertad cuando te la roban, y así con todo... Quizás el coche ideal de un consumista sea el Bentley, se lo compra y al cabo de una semana ya le aburre. Y tú, ves esas pateras en el telediario y no te das cuenta de lo que es pasar hambre, ni lo harás hasta que no lo vivas en tus huesos, por mucha empatía que tengas. El ser humano es muy burro. Pierdes a un conocido, y entonces aprendes que las esquelas no son solo páginas de periódico", reflexiona.

Cuando volvía a Vigo algún fin de semana libre, lo primero que hacía al llegar, como cuando se tiró 21 horas de autobús desde Murcia, era aparcar en Samil y pararse frente a la ría de Vigo, como si la retara a un duelo o la hubiera echado mucho de menos.

Su verano terminó con el concierto de Frank Sinatra en el Bernabéu. Fue allí solo, y escapándose, por supuesto. Sabía que le iban a arrestar a la vuelta, pero eso no le hizo disfrutar menos al ver salir a Sinatra de su coche con su chaqueta de franela y las gafas de sol. Los ingleses se sabían las canciones de memoria. Él no (de hecho, ha declarado no aprenderse ni las suyas propias), pero lo intentaba. Ya había asistido a algún recital, pero sin "ese rollo mesiánico". Antes de irse a dormir, el pequeño Tony soñaba con subirse a un gran escenario, y entonces observaba a alguien en lo más alto. Su actuación no supuso una revelación, "simplemente" el ver a uno entre los grandes, de la santísima trinidad que eran para él Presley-Camarón- Sinatra. Para él, porque no eran mucho del palo de la gente de su pandilla. Ni de casi nadie, y Lomba era rechazado por ese gusto musical. Ahora admirados, por esa época le criticaban que los escuchara. "Lo snob de la gente. Yo siempre he sido anti modas, desde que mi madre me llevaba de compras de pequeño y me decía que algo se llevaba y esas cosas. Es algo que nunca soporté, y hasta casi los 80 España era un cerrojo artístico y musical. Hace poco vi un documental que mostraba a Sinatra en la ruina durante los 70, porque la gente cayó presa de las discográficas y los medios, igual que aquí. Sigue pasando. Un porcentaje muy alto de la gente tira de la música que le ponen, no buscan por ellos mismos su propio gusto, sino el de los demás".

A principios de los 80, Lomba empieza a escuchar los casetes color crema que le caían de rebote de sus hermanos mayores, con Deep Purple, Status Quo, Led Zepellin? Esos casetes no permitían grabar por encima, a menos que rellenaras las pestañas con papeles. Ese truco casero le funcionaba. "Las discográficas tenían negocio, así que no se rompían demasiado la cabeza", aclara Lomba.

Los festivales de Castrelos, a los que ahora les atribuye una medida normal, por aquel entonces eran Woodstock, Lollapalooza, un circo romano. El de Eric Burdon and the Animals (el de la mítica "House of the rising sun", entre otras), fue uno de los conciertos de su vida.

Después de ese verano encontró un grupo en Cangas y subía al catamarán con la cabeza pasada de vatios y cervezas. Los equipos eran paupérrimos por esa época, Lomba cantaba a través de un tocadiscos en vertical, la batería 'iba a pelo', la guitarra y el bajo con mini amplificadores. "El esfuerzo para tocar así era brutal.", asegura.

La gente tiene la conciencia de que montar un grupo es algo sencillo y ocioso, pero estar en una banda exige responsabilidad y constancia. "Me considero músico de oído y artista, no tengo paciencia para un instrumento. Eso sí, en la época más laboriosa con Elio dos Santos, me olvidé de playas. Verás a pocos músicos con la piel morena", declara. "Yo trabajo cuando trabaja la gente y también cuando están de fiesta. Los horarios de un músico son bastante complejos, y una vida de perro verde. Trabajo con la voz, y hay que cuidarla. Ya padezco una disfonía crónica, como tener una lija en la boca. Es un trabajo complicado también".