A "Rey Arturo" le salió una feroz competencia para pelear por la categoría de peor película del año con esta "Descontroladas" que lucha denodadamente por ser graciosa y resulta, siendo generosos, simplemente patética. O patéticamente simple. Ni rastro de la vis cómica que ha convertido a Amy Schumer en una de las cómicas de moda. El único interés del bodrio está en el misterio que encierra: ¿qué vio Goldie Hawn en este desastroso guión para abandonar su retiro de lustros y embarcarse en semejante despropósito? ¿Lucir acaso sus nuevos retoques faciales? ¿Pensó que escoltar a una actriz emergente la ayudaría a encontrar un sitio en Hollywood al estilo de Jane Fonda?

Vamos a correr un estúpido velo sobre la mirada estereotipada, cuando no abiertamente racista, que la película (ejem, ejem) dedica a un país americano y sus gentes, mezclando postales turísticas y encuentros con gente típica y tópica con encontronazos con malvados de tebeo cutre. "Descontroladas" dedica su primera parte a hornear una pasta amorfa tipo "madre e hija se toman unas vacaciones para mejorar su relación" con lingotazos, ligoteos con los guaperas del lugar (inenarrable la escena del pezón fugitivo de Schumer) y costumbrismo de baratillo. Para no quedarse al margen de los tiempos obscenos que corren a la hora de hacer el humor, el guión se saca de la manga un gag que seguramente será de los más celebrados por la parroquia, con Schumer lavándose los genitales en un baño público sin saber que? Vale, omito el spoiler.

Y, de pronto, la comedia romántico-familiar pasa a ser una comedieta negra de acción y suspense tipo "Tira a mamá del tren" o "¡Por favor, maten a mi mujer!" con picotazos de "Tras el corazón verde" (ese aventurero de mal fario?), convirtiendo las muertes de los enemigos en algo presuntamente gracioso y haciendo de una solitaria metida en el cuerpo de una de ellas el punto álgido de las risotadas. ¿Se puede decir algo bueno de esta penosa función? Hay cierta química entre Hawn y Schumer. Menos da una pedrada.