A Pedro Feijoo, uno de los escritores gallegos de mayor éxito, los primeros veranos que le vienen a la memoria son los de su adolescencia tardía, cuando empezó a ser independiente, fue a Cangas con sus amigos y descubrió la playa de Areacova. También las primeras excursiones a las Cíes, durante una semana entera subir al faro y ver el atardecer con los pies colgando. O el verano que vivió en Estados Unidos. De repente, como quien termina un sueño y aparece en medio de otro, era domingo por la tarde y estaba sobre una barcaza, pescando en aguas de Misisipi (también con los pies colgando), y pensaba: joder, esto está bien. Después fue músico y no se acuerda de mucho, "lo que quiere decir que me lo pasé de puta madre. Hacíamos como 40 conciertos y solo recuerdo la prueba de sonido".

Empezó tocando en un grupo "con nombre de bazar chino", Los Feliz, porque alguien le contó a Miguel Costas, fundador de Siniestro Total y la única persona que aparece fumando en su fotografía de Wikipedia, "una mentira muy grande sobre un bajista apellidado Feijoo". Los últimos años fueron tan salvajes que no sabe si debería contarlo. Luego llegó 'Lamantumbá'. "Pensaba que iba a ser más tranquilo,y otra salvajada", lamenta.

Entonces llega 2012. Su primer libro,'Os fillos do mar', salió en primavera y triunfó en verano. "Me di cuenta de que estaba pasando algo raro, tres ediciones en tres meses, había gente al otro lado", resume Feijoo. Ahora vive en Barcelona con su pareja, y pasa sus veranos donde nunca pasa nada, en Cabrera de Mar, a unos 15 km al norte de la ciudad:"es un sitio recogido, con un ritmo de vida muy lento. Lo necesitaba, es algo que pensé muchas noches: si tengo que pasar 2 años más de músico, igual no estoy aquí para contarlo", reconoce el escritor.

"Ese año supuso un cambio radical. Aún no podía dedicarme a escribir al cien por cien,y trabajaba de técnico de sonido en un estudio de grabación. Fue el verano más importante porque hizo posible llevar otra vida, más tranquila y solitaria. Los dos grupos con los que toqué de manera profesional, por suerte o por desgracia, tuvieron cierto éxito. Hay bandas que se recorren 1.000 kilómetros para tocar en un garito, van a verles una veintena de personas y alguna de ellas les tira una botella. Nosotros triunfamos, pero este éxito nos obligó a vivir de una manera muy concreta", declara Feijoo.

"Salíamos a tocar y raro era el día que no tenías a 2.000 o 3.000 espectadores delante, como mínimo. Y después del concierto te presentan a gente, asistes a fiestas... Es una experiencia bonita que se lleva una factura muy elevada, me dejé la piel por el camino. Todo lo que quería de la música ya lo exprimí. Del 99 al 2011 no hubo un mes,ni dos semanas, de vacaciones. Yo tenía una novia a la que adoraba. Un fin de semana volví a casa y ya no estaba allí. Porque yo me marchaba el jueves y volvía el martes. Uno de dos meses después", recuerda el artista vigués.

"Me siento muy afortunado por el cambio. Y también he vivido situaciones geniales trabajando como escritor, como un acto en Canarias que si en ese momento entra Luis XIV me lo creo", agradece Feijoo. "Imagino que algo habré hecho bien, pero no tengo ni idea del qué. Escucho a grandes grupos a los que les falta el golpe de suerte. Y leo manuscritos que me parecen muy buenos pero no siguen adelante.Basta que tengas un mal agente. Suso de Toro es un escritor como la copa de un pino, para mí el más grande que tenemos en Galicia, y cayó en desgracia por una serie de textos y acontecimientos. La crítica no le perdonó, pero tiene más talento que todos nosotros juntos. Es el responsable de que yo me dedique a la escritura", reconoce.

Sobre la relación entre los dos artes a los que se ha dedicado: "Como músico nunca he ido de virtuoso, sino de compartir con la gente, y conseguir que hagan suyo lo que toco, y lo canten borrachos a las 5 de la mañana. Así que una vez que empecé a escribir, tenía claro que el enfoque no debería cambiar. Mis novelas intentan ser lo más entretenidas posible, y ponen en valor la historia y la cultura. Lo que busco es dialogar, una asignatura en la que me doctoré gracias a la música".

Pero hay quien defiende otra idea de arte más elitista:"Es una cuestión que siempre ha sido tema de pelea. ¿Qué es la gran novela gallega? Durante mucho tiempo, una serie de autores se dedicaron a crear nuesto Quijote. Y todos (por separado) se pusieron a escribirla, con una riqueza léxica incomparable, una argumentación sesudísima... Pero se olvidaron de que no valía de nada sin lector. Yo he sido siempre lo contrario".

Pero que sus novelas sean sencillas de leer no significa banalidad, defiende Feijoo: "Parezco un tipo riquiño, que estoy acariciando un osito de peluche, pero por debajo de la mesa libero una caja de serpientes. Busco que el lector entre en las historias, se las termine en 3 días y en ese tiempo aprenda algo inesperado, como que Rosalía de Castro no era quien nos han vendido tanto tiempo. Terminas el libro creyendo que has leído algo ligero, en realidad has aprendido mucho desde la página uno. Claro que me han llegado todo tipo de comentarios ofensivos, incluso de profesores. Aunque ellos mismos se empeñen en negarlo, hay en Galicia una élite cultural tenaz que se autoproclama guardiana de la cultura y niega el trabajo de los demás", denuncia Feijoo.

"Cuando salió 'El Código Da Vinci', recuerdo estar en La Iguana a las 3 de la mañana y que me vinieran a dar el coñazo con los templarios. Todo el mundo se había imbuido por aquella historia. Yo intento escribir novelas con ese mismo formato, que atrae a la gente, y temas que sean nuestros, como el motivo de que Vigo dejara de ser una villa y se convirtiera en ciudad. Lo tratan algunos libros, pero ningún best-seller. ¿Para qué echar mano de mitología externa si tenemos referentes propios, como Rosalía, que nunca han sido explotados de esta manera, con toques de thriller estilo Hollywood? Riéte tú de Hannibal Lecter".