Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sonrisas que calman, sonrisas que sanan

Laura Mandarina impartirá un taller sobre el trabajo del payaso en el área de pediatría de los hospitales dentro del Festiclown

Laura Mandarina, durante una de sus visitas a un niño hospitalizado. // FdV

Entre gasas, jeringuillas, termómetros y goteros hay espacio aún para la sonrisa. Laura Mandarina intenta arrancarla en todas las visitas que realiza a los niños ingresados en los servicios de pediatría de los hospitales. Aunque sea tímida, porque una sonrisa calma, porque una sonrisa sana. Así lo entiende y para ello trabaja esta payasa argentina afincada en España, que llevará la alegría a los niños internados en el Hospital do Salnés durante su paso por el Festival Internacional de Clown de Galicia, Festiclown, que se celebrará en Vilagarcía del 10 al 15 de agosto. En el marco de este certamen impartirá un taller formativo en el que intentará aportar los recursos necesarios para poder hacer este trabajo, un trabajo muy gratificante, dice, pero también muy duro a veces.

El trabajo del payaso en un hospital no tiene nada que ver con el que realiza en cualquier otro sitio. La primera diferencia está ya en que es el payaso el que va a visitar al niño y no al revés. "Es un trabajo delicado porque no sabes qué ambiente te vas a encontrar. Necesitas tener el olfato muy afilado para percibir lo que el niño necesita. Pero también es muy bonito", explica Laura Vanina Muñoz (Buenos Aires, 1975), Laura Mandarina.

Esas necesidades pueden ser casi infinitas. "Puede que solo necesite que le calmen porque tiene miedo, que tenga dolor y no le apetezca reír. Otros solo quieren charlar. Por eso es muy importante estar perceptivo", añade.

La improvisación es otra herramienta indispensable para el payaso de hospital. "Aquí eres tú el que entras y lo haces sin un espectáculo ensayado. Tienes que entrar tranquilamente, respetando a todas las personas que están en la habitación: paciente y acompañantes", explica.

Laura Mandarina trabaja desde hace diez años para la Fundación Theodora, entidad suiza que proporciona payasos a hospitales de ocho países. La artista argentina visita a niños ingresados, acompaña a pequeños en su trayecto hasta el quirófano y trabaja también con menores con parálisis cerebral. Tres veces a la semana se desplaza a un hospital para contagiar de alegría a los pequeños enfermos. "Lo importante es que el niño siga sintiéndose niño. Muchos llevan mucho tiempo ingresados y necesitan olvidarse de su situación, sonreír, jugar", dice.

Y ya se sabe: la sonrisa es contagiosa. "Lo cierto es que cambia el ambiente. El momento en que un niño va al quirófano, por ejemplo, es muy crítico y para los padres, ver que el niño va sonriendo por algo que le estás diciendo relaja mucho. No están pensando en lo peor que puede pasar", afirma

La nariz roja es prácticamente su único maquillaje y un títere, su acompañante. Este le facilita contactar con los niños más tímidos o reticentes, que se muestran menos cohibidos delante de su compañero de tela y madera. Otros recursos que lleva en su "maletín de sonrisas" son pompas de jabón, algún instrumento o cualquier otro aparato que emita ruido, juegos y un arsenal de trucos de magia. "Es un trabajo que requiere formación terapéutica continua", insiste.

También para ella. "Se crean vínculos con los niños y siempre hay situaciones que te duelen y tienes que aprender a gestionar esto. Necesitas tomarte un tiempo para recuperarte del golpe. Lo importante es ser coherente. Yo trabajo desde donde estoy y si estoy de bajón y parto desde ahí", explica.

Laura Mandarina se licenció como actriz en la Escuela Municipal de Arte Dramático de Buenos Aires, formación que completaría después con los estudios de clown. Vive en España desde 2001, primero en Barcelona, después en Galicia, donde permaneció hasta el pasado mes de octubre, y ahora en Madrid. Ha participado en varias expediciones solidarias de las ONG Pallasos en Rebeldía y Payasos sin Fronteras.

Compartir el artículo

stats