Por un lado tenemos una película histórica: el proceso de devolución de la India a sus habitantes que el gobierno británico tuvo "a bien" realizar a finales de los 40, dando un protagonismo a Lord Mountbatten -un virrey que disfruta de lujos imponentes- y ofreciendo un dibujo aceptablemente ecuánime de la actitud altamente tóxica de las autoridades de Londres, con ese reprobable político que fue Winston Churchill al frente.

La pena es que Gurinder Chadha mete con calzador una trama romanticoide entre un criado hindú y una criada musulmana que produce vergüenza ajena, y que parece destinada a abrirse paso en la taquilla que adora Bollywood. El regodeo boquiabierto en los fastos colonialistas hace tambalearse las buenas intenciones de una directora que ha perdido la energía de "Quiero ser como Beckham".