Situado en la Isla del Centro, y a 178 metros de altura sobre el nivel del mar, el Faro de Cíes es el punto más alto del archipiélago. En nuestro camino, lleno de curvas en zig zag, nos encontramos a numerosos turistas y visitantes que se atreven a recorrer los kilómetros que separan la playa de Rodas, lugar donde atraca el barco, del vigilante marino. Desde allí se observan los acantilados más espectaculares del Parque Nacional das Illas Atlánticas, según nos cuenta su director, José Antonio Fernández Bouzas: "Son acantilados que están totalmente tapizados por líquenes doraditos, que al atardecer y al anocher dan un brillo espectacular. Somos destino Starlight y lo que buscamos es que la gente venga a disfrutar por la noche y ver las estrellas con la familia, en pareja y, porque no, intentar ligar un poquito".

El Faro de Cíes fue construido entre 1851 y 1853 y estuvo habitado hasta los 60 con una vivienda que lo rodeaba. El farero era también el maestro de la escuela de la isla y los niños tenían que subir todos los días al faro para ir a clase. Hoy en día la vivienda original ya no existe y el faro está automatizado. Además es todo un símbolo de la emigración. "Barcos que recorrían el norte de España partían desde Vigo a América y éste era el último faro que veían los emigrantes gallegos, por lo que se ha convertido en una referencia de la emigración", comenta el director.

Descubre las Islas Cies: Una gaviota albina nos recibe en el Faro

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A falta de farero, hay alguien que vigila el horizonte desde este faro y que recibe a los miles de visitantes siempre desde el mismo punto. Es una gaviota totalmente blanca. No es exactamente albina, ya que sus ojos y patas no tienen ese color, pero su plumaje está exento de pigmentación. "Tenemos una gaviota blanca, leucocista, similar a las albinas, y cuando la gente sube al faro, la va a ver en una esquinita.

Desde hace dos años, todos los días está allí. Va a comer, pasea, pero siempre vuelve al mismo punto, vigilando por nosotros". Esta gaviota es la gran dama del Faro y asume su papel con elegancia, y es que no se asusta al paso de los viandantes, e incluso posa para fotos y vídeos como si asumiera su atractivo para los que la observan.

El Narcorradar

En este alto, al centenario faro le acompaña una infraestructura más sofisticada, instalada por el Ministerio del Interior hace cinco años. Se trata de una plataforma de rádar para controlar el narcotráfico, combatir la pesca ilegal y detectar emergencias marítimas. Mediante las antenas de este narcorradar se puede identificar a varios kilómetros y con precisión las tareas que está realizando la tripulación a bordo de cualquier barco y certificar si están desarrollando una actividad ilegal.