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Laura Restrepo: "La mujer, cuando es buena lectora, también lee para cambiar su vida y adquirir poder"

"Éramos muy pedantes, pensábamos que la historia era materia manejable y que cada generación podía cambiarla"

Laura Restrepo, ayer, en Gijón. / Juan Plaza

Laura Restrepo (Bogotá, 1950), escritora y periodista, es especialmente conocida por su novela "Delirio", ganadora del Premio Alfaguara 2004. A lo largo de su carrera ha sido activista en el proceso de negociación con la guerrilla en Colombia durante los años 80, y al lo largo de su carrera ha escrito sobre la convulsa historia de su país.

-¿Qué supone para usted volver a la "Semana negra" de Gijón?

-Es una maravilla y un privilegio porque no soy autora de género negro propiamente dicho, lo considero una deferencia grande. Aunque de todas maneras siendo yo colombiana y habiendo escrito sobre tanta ferocidad, mis novelas ya de por sí salen negras. Lo malo es que no hay quien investigue tampoco en ellas, pero la sangre corre.

-En su último trabajo, "Pecado", la maldad es el hilo conductor.

-Yo creo que tenemos que lidiar con ella, con la que está fuera y también con la que nos corre por dentro, la que nos acecha. En ese libro están los pecadores, los criminales, los asesinos, los que de alguna manera trasgreden las normas establecidas, pero no hay quien los juzgue ni los investigue.

-¿Es una denuncia hacia lo que pasa en la vida real?

-En realidad he querido mirar el lado humano de la gente que atraviesa por esa experiencia de convivir con el mal. Los malos a perpetuidad no me interesan tanto, me interesan más los personajes que por circunstancias de la vida tienen que atravesar la zona oscura de lo que llamamos el mal, y ver cómo lidian con eso.

-En el libro hay una amplia variedad de protagonistas, ¿cualquiera puede verse expuesto al mal?

-Así es. Y yo quería, más que juzgar a los personajes, ponerme en sus zapatos. En muchos casos he conseguido que donde hay mal ellos mismos demuestren que quizás no lo sea. Por ejemplo el adúltero, o incluso la muchacha que pasa por la experiencia durísima del incesto. Al final te quedas pensando de quién es culpa. Es un tema que está relativizado, porque es algo que a mí siempre me ha inquietado. Me parece que los que tenemos la herencia cristiana cargamos sobre los hombros con ese peso, esa culpa, casi desde antes de nacer. Me gustaba la idea de que todo pecado traía su culpa, pero también su alivio.

-La violencia doméstica es uno de sus temas recurrentes...

-En mis libros siempre hay una posición ambivalente hacia la familia. Todos mis personajes tienen la familia como algo fundamental, una noción de clan, es un lazo muy fuerte en la cultura hispanoamericana. Es el último refugio contra los peligros y la soledad. Pero al mismo tiempo, repite estructuras de poder nocivas, de ahí viene la mentira, la dominación, el secreto, la imposición y la perpetuación del patriarcado.

-¿Va a seguir explorando en el campo de los relatos cortos?

-Ahora estoy trabajando otra vez en una novela, pero sí quiero hacer una trilogía. Este fue el "Pecado", el segundo va a ser el "Deseo" y el tercero será el "Secreto". Los tengo apalabrados con la editorial y ya los llevo bastante trabajados. Tendrán el mismo tipo de estructura que me llama la atención, siento que puede ser una forma hacia la que evolucionan las novelas: estructuras menos rígidas, un hilo conductor fuerte pero luego capítulos más independientes y con distintos protagonistas.

-¿Cómo ha evolucionado la presencia de la mujer latinoamericana en la literatura?

-El fenómeno sociológico más importante hoy es el de las lectoras, el 80% de los lectores hoy en día son mujeres, son las que más van a los actos culturales, y eso es fundamental. Están entrando masivamente en el hábito de leer y es fundamental. Es un público muy fiel, entusiasta y ávido. La mujer, cuando es buena lectora, también lee para cambiar su vida, para afianzarse y adquirir poder, conocimiento.

-¿Cómo valora el proceso de paz en Colombia?

-Me parece que es un paso importantísimo, el gobierno va con mucha lentitud pero está tratando de mantener su palabra. Creo que la guerrilla lo está haciendo y me parece espléndido que se hayan desmovilizado y estén haciendo lo posible para asumir la vida como civiles. Tienen el deseo lícito de participar en política, no pueden desaparecer como personas, y hay una oposición muy virulenta por parte de sectores más guerreristas a dejarles participar en política; eso puede llevar a brotes de violencia, yo tengo miedo.

-¿Será posible la paz plena?

-La paz plena en Colombia depende también de que haya paz plena en el mundo. No somos un foco asilado; tenemos a los Estados Unidos al lado con un presidente muy beligerante, muy ofensivo, frente a la población latina, agresivo y retador, tratando de forjar una identidad norteamericana.

-¿Y la situación en Venezuela?

-Es una barbaridad. Me duele en el alma, porque voy a Venezuela cada vez que me invitan. El lector venezolano es muy ávido, ven en los libros y la cultura una manera de figurarse un futuro. Y siempre que voy les pido a mis editores hablar con las dos partes, con los chavistas y los que están en contra, porque me duele una sociedad así de dividida, como una familia en la que la mitad no se habla con la otra mitad. Independientemente del gobierno, que no me gusta como no me gusta ningún gobierno nunca, la gente tiene razón de lado y lado, y quién es uno para juzgar. Me conmociona ver un pueblo que se desangra en un enfrentamiento fratricida.

-¿Cómo varió su forma de pensar?

-Trato de aferrarme a lo que aquellas convicciones de hace años tenían de bueno, y despojarme de lo que no era tan bueno. Éramos muy pedantes, pensábamos que la historia era materia manejable y cada generación podía cambiarla. Yo creo que hoy en día ya uno entiende que con empujarla un milímetro ya es toda una proeza. También ha cambiado la concepción del triunfo, en términos de si conseguiste o no el poder. Hoy en día eso me interesa menos.

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