Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Un mago de la batuta sin chistera

El director venezolano dirige la Novena Sinfonía de Beethoven en la Praza de Obradoiro

Aunque Gustavo Dudamel no dirige con chistera, tiene algo en común con los prestidigitadores que prometen ilusión y alegría: con una varita hace magia. Y magia es justo lo que prometió que ocurriría esta pasada noche en la Praza do Obradoiro, el corazón de Santiago y, como admitió ante la prensa, de una Europa que arrancó sobre las piedras del Camino, según defienden algunos expertos, y que no dudó en escoger, llegado el momento, la melodía de la Novena Sinfonía de Beethoven para los compases del himno europeo.

La razón posiblemente fue la misma que alegó el prestigioso director de orquesta venezolano invitado por Abanca para escoger esa y no otra pieza del amplio repertorio de la música clásica. Explicó Dudamel que la Novena, que conoce bien porque grabó todas las sinfonías del compositor alemán (o "venezolano", o "gallego", según Dudamel, que quiso así resaltar la universalidad de su obra), es "muy especial por lo que significa".

"En los tiempos que vivimos traer este himno a la hermandad, esta oda a la alegría, a la paz, a la unión, a celebrarnos como hermanos, es perfecto", había señalado en su encuentro con los medios, y lo mismo debieron de pensar los afortunados que consiguieron una de las preciadas plazas para contemplar en directo, solo protegidos por el cielo que también tiene su propio "Camino de Santiago" con la Vía Láctea, el debut doble del maestro.

Y es que no solo se estrenaba con la Orquesta Sinfónica de Galicia, que recibe como un regalo de aniversario su dirección en un acontecimiento tan señalado para Abanca, como es el 300 aniversario de la fundación del Banco Etchevarria, sino también con el Orfeón Donostiarra, que hace unos días anticipaba ya en su página web la relevancia del evento, que fue definido por el consejero delegado de Abanca, Francisco Botas, como "uno de los más importantes del año", dentro y fuera de Galicia.

El Orfeón explicaba que Dudamel "es una de las mejores batutas del mundo" y contaba cómo "en pocos años ha tenido una proyección internacional meteórica: de ser director de la Orquesta Simón Bolívar de su Venezuela natal y de formar parte del programa educativo de promoción de jóvenes músicos en su país pasó a dirigir la Filarmónica de Los Ángeles, la Sinfónica de Gotemburgo y a sus 35 años, la Filarmónica de Viena en el último Concierto de Año Nuevo". Un currículum envidiable que además empezó a los cuatro años, aunque Beethoven, como reconoció él mismo, no llegó hasta los 9. Entonces apareció en forma de partitura, la "primera", dijo el jueves en Santiago, que recibió en su vida, aunque fue la Quinta, y no la Novena, que fue la última sinfonía que compuso el genial alemán.

Tal y como había avanzado en la rueda de prensa, Dudamel demostró que la música clásica, que a veces, como dijo, se ve "como una cosa de minorías, reducida", "cuando se hace masivamente cobra una dimensión importantísima". El concierto patrocinado por Abanca le sirvió, una vez más, para llevar a la práctica su convicción "permanente de que la música debe ser accesible a todos", como otros "derechos humanos".

Los ingredientes para el éxito estaban servidos. El propio maestro los enumeró: "la Novena Sinfonía, una gran orquesta, un gran coro, solistas maravillosos, un espacio emblemático". El resultado, subrayó, solo podía ser "mágico" y "hermosísimo". Seguramente el público pensó lo mismo.

Esta receta la completaron, como solistas, Marta Methéu, soprano; Lidia Vinyes Curtis, mezzosoprano; Marc Sala, tenor, y Joan Martín-Royo, barítono.

Compartir el artículo

stats