"Llega de repente, sin avisar y, de un día para otro, te cambia la vida. De ser una persona autosuficiente pasas, en el peor de los casos, a tener que depender de los demás para casi todo". El presidente de la Federación Galega de Dano Cerebral (Fegadace), Luciano Fernández, describe así la situación a la que se tienen que enfrentar los pacientes con daño cerebral adquirido (DCA) y sus familiares una vez que los primeros abandonan el hospital. "Una vida salvada merece ser vivida de forma digna, y para lograrlo necesitamos apoyos, porque el daño cerebral adquirido es una epidemia silenciosa que aumenta día a día, y que cada vez afecta a gente más joven", explica Fernández, quien recuerda que unos 35.000 gallegos viven con una discapacidad por DCA, e insiste en reivindicar el papel del entorno más cercano del paciente. "No hay una persona afectada de daño cerebral, hay una familia, porque es una dolencia que tiene repercusiones en todo el núcleo familiar, que tiene un papel relevante desde el principio, ya que debe afrontar una situación de extraordinaria gravedad, además de gestionar sus propios miedos, y preocupaciones. Es un apoyo imprescindible para el enfermo", remarca.

En Galicia, casi ocho de cada diez casos de DCA son consecuencia de accidentes cerebrovasculares (ictus), aunque también se producen por traumatismos craneoencefálicos en accidentes de tráfico, deportivos y laborales o tumores cerebrales, entre otras causas. De ahí que sea tan necesario concienciar a la sociedad sobre la importancia de cuidarse, llevando un estilo de vida saludable y, también, de tener prudencia al volante.

"El problema del daño cerebral adquirido es que aún es un gran desconocido, pese a que le puede pasar a cualquiera en cualquier momento. Se trata de un conjunto de alteraciones que afectan a un cerebro sano causadas por distintas patologías, que aparecen de repente, sin avisar, y que no tienen un carácter degenerativo ni congénito", apunta.

El objetivo de esta federación, que acaba de celebrar su décimo aniversario, y de las asociaciones que la integran, es "recuperar al máximo nivel a las personas afectadas por daño cerebral adquirido: en lo laboral, social y familiar, que sean personas de derecho", subraya Fernández. "Padecer un daño cerebral adquirido no significa tener que renunciar a nada. Los límites los tiene que poner solo la capacidad de recuperación de la persona, no la falta de recursos ni de respuesta. Tenemos que conseguir que recuperen el sitio que durante un momento abandonaron", sostiene.