Ni el campo de exterminio de Auschwitz consiguió apagar la voz firme de Simone Veil, fallecida ayer a los 89 años tras haber convertido su vida en un testimonio de lucha por los derechos de la mujer y por la dignidad del ser humano.

La biografía de la francesa Veil está llena de jalones que recuerdan su carácter de pionera. En Francia gozó de una reputación moral a la altura de muy pocas figuras públicas, como evocaron ayer personalidades como el actual presidente, Emmanuel Macron, o el jefe de Estado que confió en ella para legalizar el aborto, Valéry Giscard d'Estaing.

Su padre, su madre y su hermano no sobrevivieron a los campos nazis. Ella logró mantenerse durante un año con vida en Auschwitz-Birkenau y en Bergen-Belsen, gracias, en parte, a haber mentido sobre su edad.

Tras la Liberación de los aliados, regresó a Francia para estudiar en el Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po), donde conoció a su futuro marido, Antoine Veil, con quien se casó en 1946 y con quien tuvo tres hijos.

Tras ingresar en la carrera judicial, sus ideas próximas al gaullismo y a la derecha liberal moderada le acercaron a la política, aunque su nombramiento como ministra de Sanidad gala en el año 1974 cogió por sorpresa a muchos.

Giscard d'Estaing puso en sus manos la defensa de la polémica norma que despenaliza la interrupción voluntaria del embarazo, bautizada para siempre con su nombre, la ley Veil.