Aspiradoras sin bolsa, ventiladores que carecen de aspas y un secador revolucionario que en nada se parece a sus predecesores. La empresa creada por el inventor James Dyson lleva más de dos décadas sorprendiendo al resto del mundo con productos de consumo que aúnan tecnología puntera y diseño de vanguardia. Miguel López (Vigo, 1985) trabaja desde abril de 2015 en la sede central de Malmesbury, cerca de Bristol, y forma parte del departamento de investigación y desarrollo, donde reside buena parte de la clave del éxito de la compañía. Un tercio de sus alrededor de 4.500 empleados en varios países son ingenieros y científicos que, bajo riguroso secretismo, se ocupan de las próximas novedades que asombrarán al consumidor.

Miguel fue fichado como ingeniero de diseño para integrar sensores y crear nuevas tecnologías aplicables a artículos que se venden en más de 65 países. No puede revelar en qué trabaja actualmente pero participó en las últimas etapas del último robot aspirador de la compañía, el Dyson 360 Eye, que requirió más de 10 años de investigación y que, entre sus avances, puede programarse desde el móvil. "Aunque no esté involucrado en todos los proyectos, es un orgullo trabajar en una empresa cuyos productos funcionan en millones de hogares de todo el mundo", celebra.

Llegó a Reino Unido obligado por las circunstancias laborales. Formaba parte del equipo aeroespacial que diseñó y puso en órbita en 2012 el primer satélite gallego, el XaTcobeo, pero la falta de financiación para los proyectos de I+D le obligó a abandonar la Universidad de Vigo. Aquí solo le ofrecían contratos temporales que no tenían en cuenta su trayectoria, así que probó suerte en Dyson.

"A ellos sí les llamó la atención que tuviese experiencia en equipos multidisciplinares de ingeniería, electrónica, física... y tras unos meses de prueba ya me ofrecieron un contrato permanente", comenta Miguel, que a pesar de todo está orgulloso de su paso por la Universidad. "Fue una experiencia espectacular que me abrió todas las puertas, incluidas las de Dyson. Pude formar parte de un proyecto innovador y asistir en directo al lanzamiento del XaTcobeo desde la Guayana francesa. Siempre estaré agradecido", asegura.

Su desembarco en Reino Unido ha enriquecido su currículo: "El satélite se diseña para construir una sola unidad, pero aquí se idean y fabrican cientos de miles o millones de unidades de cada producto. Es la parte que más respeto me daba pero me ha aportado mayor rango de conocimientos. Está siendo una experiencia muy buena".

En Dyson trabajan muchos ingenieros españoles cuya formación es "muy valorada". La compañía ficha a los mejores por todo el mundo y su plantilla es muy internacional. Este talento compensa además la falta de profesionales en Reino Unido. De hecho, el dueño de la empresa, que promueve estos estudios a través de su fundación y un prestigioso premio internacional, ha creado su propia universidad, el Dyson Institute of Engineering and Technology, que recibirá a sus primeros alumnos este año.

El vigués destaca el ambiente comunicativo de la empresa: "Todo es muy abierto. Se reúnen mucho para poner todo en común y puedes proponer ideas sin importar el rango que tengas si están justificadas".

Y ha participado en varias reuniones con sir James Dyson, una de las mayores fortunas del país que a sus 70 años sigue muy involucrado en la empresa. "Es una persona cercana y me sorprendió la rapidez con la que es capaz de evaluar las cosas que le presentan y de aportar recomendaciones muy concretas, va al detalle. Él es la inspiración, se le tiene mucho respeto, y el hecho de seguir tan activo demuestra su amor por la empresa y el diseño", admira.

Miguel ya conocía la historia de este visionario pues sus padres tenían una de sus aspiradoras en casa. "El vendedor les explicó su trayectoria y que la empresa reinvertía sus beneficios en I+D", recuerda el ingeniero vigués, que quizá esté detrás de la próxima adquisición doméstica.

Él emprendió su aventura en Reino Unido acompañado de su pareja, Lucía, una titulada viguesa en Derecho, y a los dos les ha tocado vivir una época convulsa de atentados. "Bristol es una ciudad muy abierta y cosmopolita y no notamos nada, pero lo vives con un poco de preocupación porque Londres está a dos horas. No te queda más remedio que seguir con tu vida. La solución no es marcharse, porque te puedes encontrar este terrorismo en cualquier lado. Pero tampoco cerrar fronteras", opina.

También se toparon con el Brexit, aunque les inquieta menos: "Las empresas están necesitadas de personal europeo, así que tendrán que regularlo de alguna manera, de lo contrario, comprometerían su crecimiento".