El definitivo fin de la era zarista firmado con sangre en la noche del 16 de julio de 1917 cuando la familia real rusa fue pasada por la afilada hoja de la muerte cambió el destino de un mundo que no volvió a ser el mismo. Cien años después, otra transformación sacude el globo terráqueo con acontecimientos políticos, tecnológicos y económicos sentando las bases, quizás, de un nuevo orden. La conexión entre ambos periodos está más que clara para la escritora Espido Freire quien ayer en CLUB FARO presentó su último libro Llamadme Alejandra (Planeta) sobre la última zarina rusa. Allí, señaló: "Nos estamos acostumbrando a la destrucción de una sociedad en la que creíamos conquistados determinados derechos. Creíamos que, como trabajadores y como gente que tuvo la oportunidad de ir a la universidad, existía una seguridad determinada que, de pronto, nos ha sido arrebatada. Este es un momento en el que todo está cambiando".

Entre las pruebas aportadas de la transformación histórica que estamos sufriendo, la escritora bilbaína (de ascendencia gallega) señaló "que nos estamos acostumbrando -tras unos años sin terrorismo en este país- a que haya terrorismo de otra manera en otros lugares".

Ante la presencia de la periodista Lucía Trillo, que realizó una presentación loada por la propia Freire, la escritora (que publicó su primero libro, Irlanda, con 23 años para ganar al siguiente el Premio Planeta con Melocotones helados) se refirió también a las variaciones que ha registrado el mundo editorial. "Autores jóvenes me preguntan qué hay que hacer (para publicar) porque tienen en mente que lo que me pasó a mí es lo habitual. No es así; fue una excepción. Ahora, sería irrepetible porque ha cambiado la sociedad, ha cambiado el concepto literario y ha cambiado la manera en la que se construyen las carreras literarias. Yo viví el último extertor de una sociedad en la cual el libro tenía un peso específico. Ya nos quejábamos de que todo iba demasiado rápido, que las librerías devolvían libros porque apenas tenían espacio, pero no teníamos ni idea de lo que estaba por llegar".

Tampoco sabían lo que les quedaba por vivir a los miembros de la familia formada por la zarina y última emperatriz de Rusia, Alejandra, y el zar Nicolás II, y sus hijos. Ellos, como señaló Freire en el coloquio "Una mujer llamada Alejandra", vivieron "los coletazos de una época esplendorosa pero no sabían a dónde llegaría. No imaginaban que los iban a matar a todos. Hablar de esta historia me sirve de arranque, para preguntar qué sabemos nosotros de nuestro futuro en dos años o tres" en una sociedad con la "seguridad arrebatada".

Freire se interrogó sobre la "responsabilidad" que tenemos en este momento actual sobre lo que acontece o acontecerá así como qué grado de responsabilidad tuvo el último zar en el estallido de la revolución bolchevique, el hastío de las masas populares ante la situación social y política de la época.

En un coloquio en el que Espido fue hilvanando idea con idea con una claridad asombrosa y una velocidad mental de vértigo, esta escritora confesó que, con su última obra, trata de que el público empatice con la protagonista, la última emperatriz rusa, a la que trató de mostrar como una figura "atractiva" a pesar de que "la mayor parte de la gente la tiene tachada como antipática", una mujer sobre la que se han arrojado "prejuicios" de otra época.

Espido Freire añadió que se trata de un personaje histórico que la ha obsesionado "desde niña", desde un día en el que vio su nombre y su foto en el diccionario de su hogar cuando tenía ocho años de edad. "Me llamó la atención ver una princesa de verdad. Me enteré de su historia por mi hermana que tenía veleidades comunistas. Me dio una pena horrorosa lo que le aconteció a la zarina", apuntó.

Entonces, "no sabíamos de la complejidad de la vida", añadió para señalar también la dificultad a la hora de comprender el asesinato entre humanos. "A los ocho años, no puedes entender que una persona mate a otra al menos que haya sido mala", subrayó firme para agregar cómo cambia la mente con los años y la madurez hasta "matizar" que "no todo el mundo que tiene mirada triste es bueno; ni todo el mundo que es bueno está exento de responsabilidades".

Para Freire, tanto Nicolás II como Alejandra subieron al trono de forma prematura sin haberse preparado para el cargo como deberían lo que quizás condujo a su desenlace final.