Pocas cosas tan incómodas como que un gag sea previsible y repetitivo. Me casé con un boludo es un catálogo de lugares comunes del humor, apoyado en esa materia digna de estudio por las mejores universidades que es la pareja.

¿Qué pasaría si te casaras con alguien simplemente porque te crees su personaje, no quien es en realidad? Así es la historia que da pie al enamoramiento y enlace en la ficción de dos actores, uno ella (Valeria Bertucelli), actriz en ascenso con facultades escasas y otro él (Adrián Suar), actor de cierta celebridad pero al que no le hace falta nada para echarse flores y autoadjudicarse una biografía de estrella de Hollywood que no es.

Luego ambos jugarán a una especie de teatro dentro del teatro que tiene su gracia un rato pero no más allá. A fin de cuentas, la peli de Taratuto se agarra a lo fascinada que está esta sociedad de hoy por la fama y el ego.

La producción, que ha sido un éxito taquillero y figura como la que se estrenó en más salas de Argentina en 2016, tiene una concatenación de momentos absurdos con desigual resultado.

Si bien a ambos protagonistas no podría quitársele mérito en la asunción de sus papeles establecidos, el guión discurre por una celebración de esas escenas de no acoplamiento de las parejas que bien parecían recuperadas de la casposa "Escenas de matrimonio".

La realización está bien ejecutada y reúne escenarios que se acoplan perfectamente a la parodia que ambos escenifican. Para él es la gran mansión y para ella la casa compartida a la que se llega por un camino de barro y tiene un patio con gallinas. Los dos pelearán por limar asperezas.

En resumen, Me casé con un boludo reúne los ingredientes para echar un rato de cine con la familia y poco más.