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hablando en serie

"Genius", un interés muy relativo

Bien interpretado y realizado con solidez, el 'biopic' sobre Einstein es convencional y poco arriesgado

Geoffrey Rush (d) y Johnny Flynn, Einstein maduro y joven.

Estábamos escaldados. Marte, la apuesta de National Geographic por la ficción aderezada con partes documentales, fue un fiasco de los que hacen época. Y eso que detrás estaba un experimentado productor y director como Ron Howard, que no es precisamente un genio como Steven Spielberg pero que suele ofrecer, salvo cuando adapta a Dan Brown, productos compactos y con momentos de cierta brillantez. Así que era inevitable mostrarse desconfiados al ponerse delante de una serie sobre Albert Einstein con los mismos créditos. Y vistos los dos primeros capítulos de Genius hay que descartar que estemos ante un desastre marciano pero tampoco invita al entusiasmo. Parece probable que deje descontentos tanto a los que buscan algo valioso en el terreno de la divulgación científica como a quienes prefieran acceder a las zonas más morbosas de la vida de Einstein. Por contra, la función dejará buen sabor de boca a quienes no tengan muchas expectativas y se conformen con un sólido entretenimiento que corre por rieles hollywoodienses, bien interpretado tanto en los papeles principales como en los secundarios, realizado con oficio de manual y con un diseño de producción lujoso.

Arranca con una escena de violencia a la que sigue otra de sexo. Ver a don Alberto ("la monogamia no es natural", decía) con los pantalones bajados y retozando con su ayudante es toda una declaración de intenciones, aunque la serie se ponga solemne luego para mostrar el avance imparable de los nazis (y, de paso, colocar una chirriante escena de tiroteo entre los terroristas y la policía). Saltando en el tiempo con frecuencia, el guión alterna los años estudiantiles del genio ("insolente, arrogante") con sus cuitas en la Alemania que empezaba a pisotear Hitler. El primer episodio está dirigido por el propio Ron Howard, y se nota que piensa más en clave cinematográfica que televisiva a la hora de elegir encuadres y movimientos de cámara.

El segundo capítulo se centra más en su primera gran relación amorosa con Milena, una mujer extraordinaria que luchó en un mundo universitario machista, retrógrado y mezquino. Su historia de amor entre Einstein y su "muñequita" está contada siguiendo las pautas más convencionales de Hollywood, incluidas las escenas eróticas, con algún punto de cursilería ("ayer soñé que bailábamos en una cuerda de mi violín") y una tajante superficialidad en el dibujo de los personajes. A Einstein nos lo muestran rebelde, caprichoso, un poco chulo con los maestros mediocres, escasamente empático con las personas que no pueden seguirle el ritmo intelectual ("No sé si quiero pasar el resto de la vida con una mujer con la que puedo hablar de la naturaleza de las cosas") y, como le espeta alguien, un tipo "inteligente pero que tiene un defecto: no deja que nadie le corrija".

Genius es correcta, amena y prescindible, y es fácil pensar que no mejorará ni empeorará en los capítulos siguientes. A quienes sólo conozcan de Einstein la foto sacando la lengua quizá les anime a aprender más de él. O no. Quién sabe. Es todo tan relativo...

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