Su vida de casi 92 años de edad es un libro abierto en el que las páginas muestran una existencia cómoda no exenta de angustias. Adriano Marques de Magallanes -viudo de Rita Regojo, empresario de éxito, abogado y diplomático- podría llevar también el apellido de 'perfecto gentleman'. Su última aventura es su libro de memorias, Retazos de una vida, que firma la periodista Tere Gradín. La presentación del libro será mañana a las 19.00 horas en la sala de plenos de la Deputación de Pontevedra. Por expreso deseo suyo, el acto está abierto a toda persona que desee acudir, sin invitación.

-¿Cómo surgió su anhelo por dejar escritas unas memorias?

-Fue mi mujer. Rita Regojo. Un día me preguntó por qué no escribía. Le respondí: "Ya estoy escribiendo, hago artículos". Me respondió: "No, no, sobre ti mismo". "¿Cuento todo?, añadí. "Allá tú", contestó. En aquel momento, lo tomé como un piropo. Hay gente que se muere en vida y muere para siempre. Cuando se murió mi mujer, me dije: "Ahora, te voy a hacer caso". Así que empecé a buscar a alguien que me ayudara ya que es muy difícil hacer un análisis de ti mismo, así que confié en la periodista Tere Gradín.

- ¿En unas memorias, deben aparecer los malos momentos o se debe aparentar una "vie en rose"?

-Naturalmente hay momentos malos en la vida, creo que si alguien ha llegado a algo, un buen padre, un buen escritor ? tuvo que pasar por malos tragos. No creo en la gente que ha tenido una vida rectilínea y que no ha conocido momentos de angustia. Yo tuve una hija que, en la flor de la vida, se mató en accidente de coche teniendo 21 años. Fundé una empresa en 1958 que se llamaba Partenón; la fundé con cuatro empleados y tengo la satisfacción de que, a los nueve o diez años del inicio, ya tenía 48 trabajadores. El mercado había aceptado mi producto, pero yo trabajaba un mínimo de 12 horas diarias.

- ¿Qué le viene a la mente de su infancia?

-Tengo muy buenos recuerdos de pequeño pero quiero poner especial énfasis en los recuerdos de la aldea de San Gregorio, en Melgaço. La quise tanto que le dije a mi mujer: "Voy a poner en mi tarjeta de presentación 'aldeano'". Me daba cuenta de la autenticidad, de la transparencia, de la cercanía humana. Evidentemente, hablo de aquellos años. Mi infancia la compartí entre España y Portugal, teníamos una casa a cada lado, muy cerca una de otra.

-Demos un salto a su juventud, cuando conoce a la que será su mujer, Rita Regojo.

-Tuve más que una novia. Cuando la conocí, tenía casi tres novias, una en Madrid, otra en París y media novia en Marín. También tuve una novia portuguesa que cantaba el fado que era una maravilla y estábamos muy animados para casarnos. Pero fui a Barcelona y allí conocí a una alemana que montaba a caballo. Salíamos todos los días, galopábamos por la Diagonal y me olvidé de la portuguesa.

-¿Y a Rita cómo la conoció?

-En Santiago, en época de exámenes, estábamos en la universidad antigua (hoy, Facultade de Historia). Una hermana pequeña estaba copiando en un examen. Yo vi que el profesor subía por la clase y la avisé. Cuando salimos del aula, vino a agradecérmelo. Me dijo que fuese con ella que me iba a presentar a su hermana, que era Rita. Y ya nos fuimos a jugar a los bolos al Hostal dos Reis Católicos.

-¿Qué es lo que más le ha aportado en su vida?

-En primerísimo lugar, la familia. Tengo cinco hijos que son cinco joyas, de altísimo valor moral y de todo tipo. Mi mujer y yo estábamos muy unidos; por supuesto, teníamos nuestras broncas. A veces, pasábamos medio día sin hablarnos, pero estábamos unidísimos.

- Le habrá sido difícil superar el fallecimiento de su esposa.

-Difícil, no, dificilísimo?Aún no lo he superado. Me costó mucho salir de ese bache.

-Su casa en Vigo es como un pequeño museo, ¿cuándo comenzó su interés por coleccionar?

-Primero, me fui metiendo en la numismática, filatelia y, después, en la plástica en general. Cuando fui vicepresidente de la Diputación, organicé grandes exposiciones en Pontevedra que fueron realmente aplaudidas por todo el mundo. Los artistas gallegos aun a sabiendas de que yo era un hombre de derechas, me organizaron un gran homenaje en Arcade al que llamaron a Colmeiro y a Laxeiro.

-Usted posee cuadros de ambos, ¿Qué puede decir de Laxeiro?

-Laxeiro fue un hombre muy humano, muy sociable. Tenía sus rarezas que, para eso, era un gran artista. Fui a Madrid tres veces para convencerlo de una antológica en la Diputación. Él tenía su apartamento encima del Café Gijón y pasábamos horas allí.

- ¿Cuál ha sido el peor momento de su vida? Aparte de los fallecimientos.

-Lo voy a contar por primera vez. Fue el problema que tuvo Regojo (en alusión a la fábrica de camisas de su suegro). Entonces, yo ya tenía mi posición y me vi embargado por todos lados. Pasé dos días terribles por culpa de los bancos? porque no me acordaba de que mi mujer y yo teníamos separación de bienes. Aquello fue realmente duro para mí, me encontré hundido en aquel momento. Tenía mi fábrica montada y de un día para otro venían a por mí los bancos. Fue un momento terrible, terrorífico. Fui abogado de mí mismo y quedó todo en agua de borrajas. Tengo que decir que el que peor se portó fue el Banco Pastor, siendo yo un gran cliente suyo. Quisieron pedir disculpas, incluso la propia presidenta del banco me las pidió, pero no acepté. Me pareció tan aberrante. Si no hubiese tenido separación de bienes, me habría quedado en la nada.

- ¿Cómo ve el mundo actual?

-Se está perdiendo, en general, el sentimiento de la amistad. Por estas cosas (y señala el móvil) la juventud ahora apenas se comunica. Lo que sí abundan son los gestos violentos. El sentido del cariño y el amor se está perdiendo. Se está perdiendo la tertulia incluso en las familias. Se están perdiendo muchos valores, es más, yo creo que la crisis de ahora es una crisis de valores. Nada en esta vida es verdad o mentira, todo depende del cristal con el que se mire pero tenemos una crisis de valores brutal. Por su parte, Galicia está perdiendo su mundo rural, el sentido de la aldea y lo siento mucho.