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Un evento convertido en negocio

El lío político y económico de Eurovisión

A un mes de la final, Ucrania mantiene su veto a Rusia -La organización evita meter mano dura

"Celebra la diversidad" es el flamante lema que se lee junto a la palabra Eurovisión en su web. ¿Hay realmente razones para una celebración? El país anfitrión este año ha decidido vetar la participación de la cantante rusa, Julia Samoylova. La causa, infringir las leyes ucranianas que impiden la entrada en el país a cualquier ruso que haya visitado Crimea sin el permiso de Kiev (capital ucraniana). Y la joven lo hizo para actuar.

La Unión Europea de Radiodifusión (UER, en sus siglas en español; EBU, en inglés) ha enviado una carta al Gobierno ucraniano para que reconsidere la decisión. Se ha hablado de que acepte que la cantante rusa actúe en directo desde Moscú en los shows. Kiev sigue en sus trece, pero la organización europea ha evitado hasta el momento meter mano dura, como tampoco lo hizo el pasado año.

Entonces, permitió que concursase la canción ucraniana a pesar de su mensaje político. "1944", de Jamala, hablaba de las deportaciones y asesinatos que ordenó Stalin contra la población tártara. En el tema, la cantante entonaba en inglés: "Podríamos construir un futuro donde la gente sea libre para vivir y amar, la época más feliz". Varios meses después el mensaje profundo de la composición queda en el aire.

Letras a parte, para entender la situación se debe mirar atrás en el tiempo, en las relaciones entre ambas naciones. El analista internacional del Igadi, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, Roberto Mansilla, ofrece algunas claves.

"Hay determinados episodios históricos -explica- que la mayor parte de los ucranianos siempre van a tener en cuenta en su rivalidad histórica con Rusia. En los años 30 (del pasado siglo), hubo una gran cantidad de víctimas mortales entre los ucranianos por la hambruna y el terror político causados por Stalin. Los ucranianos lo acusaron de querer exterminarlos a través del hambre". Posteriormente, en la II Guerra Mundial, "muchos ucranianos simpatizaron con el régimen nazi, precisamente, por ese odio al Estado Soviético", agrega.

Ese episodio conecta con la canción del pasado año de Ucrania en Eurovisión. "Jamala -explica Mansilla- es de origen tártaro. Esa comunidad está muy presente en el sur de Ucrania y fue deportada por Stalin a Asia central acusada de colaborar con el invasor nazi. Las heridas siguen abiertas".

El vínculo histórico entre Kiev y Rusia tiene, a mayores, otros ingredientes. El Estado ruso nació en Kiev, que hoy es capital de Ucrania por lo que hay una "vinculación histórica" con dicha ciudad, según el analista del Igadi. "La madre patria rusa nació allí y ven Ucrania como parte de la gran madre patria rusa", aclara.

En nuestros días, la situación no se ve mejor a raíz de la desintegración de la URSS. La caída dio pie a la creación de un estado ucraniano independiente en cuya zona este "el 40% de la población es de origen ruso. Esta es la matriz del conflicto actual", opina Mansilla, quien señala los enfrentamientos entre partidos que apoyan una u otra etnia.

Por si fuera poco, en el este de Ucrania, las autoproclamadas recientemente como repúblicas populares ( separatistas) de Donetsk y Lugansk no reconocen la soberanía del estado ucraniano en esos territorios y tienen una relación más fluida con Rusia. Las diferencias con Kiev prosiguen y se han agravado este invierno a pesar del alto el fuego logrado con las negociaciones de paz en Minsk (2014) tras un conflicto armado.

"Estamos hablando de un conflicto que sigue abierto y en cualquier momento puede manifestarse. Además, tiene su repercusión internacional por la fricción entre Rusia y la UE. Hablamos de claves históricas que siguen presentes y se manifiestan más allá del ámbito político-diplomático. Cualquier evento deportivo o espectáculo como en este caso Eurovisión, muestra la confrontación y rivalidad de ambos pueblos", puntualiza.

Entre tanto, Eurovisión calla. Varios millones de euros están en juego a pesar de que varios países amenazan con no actuar si Rusia no actúa. El certamen (visto el pasado año por 206 millones de personas) se ha convertido en un negocio -no en vano Visa es uno de sus patrocinadores principales- por las ventas de entradas, publicidad, los mensajes de votaciones(procedentes de casi 50 países en tres galas) y las aportaciones de los países, aunque la organización asegure que pierde dinero. Se ha dicho que el coste de celebrar en Kiev el certamen es de 45 millones de dólares.

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