Pocas películas se estrenarán este año que presenten unas credenciales de libertad creativa y efervescencia creadora tan poderosas como las que luce con orgullosa sencillez Your name. Su rotundo éxito en la taquilla japonesa y la lluvia de elogios que ha empapado a su responsable por doquier podrían llevar al espectador a la siempre incómoda tentación de poner las expectativas tan altas que se corra el riesgo de atraer la decepción. No es el caso. A partir de una idea que no pretende ser original (un amor aparentemente imposible entre dos seres distintos y distantes que invaden el cuerpo ajeno) se mezcla el humor (cómo no si eres un chico que se despierta un día convertido en chica con pechos) con el drama de suspense (cómo evitar que una catástrofe destruya lo que pudo haber sido y no podrá ser si no se cambian las reglas de un juego de sueños compartidos, mensajes en la piel y deseos errantes), sin olvidar algún chisporroteo de sabiduría oriental y vodevil adolescente. Your name es un ejercicio de gozosa trashumancia cinematográfica en la que el realismo de los escenarios urbanos y los objetos (esos móviles híperdetallados) se mezcla con la estética de ensoñación bucólica de paisajes y momentos líricos en los que la pantalla se convierte en un lienzo de colores y calores intensos. Sin preocuparse por la duración ni la coherencia de la historia (un cuento de hadas sin hadas y con la princesa convertida en príncipe y viceversa no necesita de esos corsés argumentales), saltando alegremente de un tono a otro y acelerando el paso solo al final para llegar a una conclusión que solo puede calificarse de hermosa, Your name es una de las mejores películas que llegaran este año a las ruinosas carteleras, y sería una pena que el trabajo de Makoto Shinkai no saliera de ellas triunfante.